
Una pelea sobre una cerveza, seguida por una serie de confusos hechos que acontecieron en el parqueadero de un Burger King, en la ciudad de Savannah, Georgia, terminaron con la vida del policía estadounidense Mark MacPhail.
Era un poco más de la 1 de la madrugada del 19 de agosto de 1989 cuando el joven de 27 años, padre de una niña de dos y un bebé recién nacido, recibió un balazo en la cara y otro en el corazón. 22 años más tarde, la historia podría asemejarse a un cold case, de los mejores que produce la televisión gringa. Pero la diferencia sobre este caso de homicidio radica en que nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurrió.
No obstante, el pasado 21 de septiembre se dio a conocer una noticia que estremeció al mundo, recordándole a sus habitantes lo débil y peligroso que puede ser el sistema judicial hasta de una potencia internacional como lo es EU: Troy Davis, un afroamericano que nunca alcanzó a terminar su bachillerato, pagó con su vida el crimen de MacPhail.
Cuatro días después de los hechos de 1989, Davis fue arrestado y encarcelado como el primordial sospechoso del homicidio. Vivió por más de 20 años en una celda de la cárcel de Diagnóstico y Clasificación en Butts County, Georgia sin que se supiera al 100 por ciento si era realmente el culpable o un hombre inocente como reclamó hasta su último suspiro. En ese mismo lugar, hace 4 días a las 10:53 p.m., fue amarrado a una camilla y le fue aplicada la inyección letal que en tan solo 15 minutos pararían los latidos de su corazón.
La noche nefasta
En horas de la tarde del fatídico 18 de agosto de 1989, Troy Anthony Davis, quien en aquel entonces contaba con 20 años, salió de una fiesta de piscina en el barrio Cloverdale de Savannah.
De acuerdo con registros de la prensa norteamericana, salió caminando con amigos, cuando de pronto los ocupantes de un vehículo les empezaron a gritar obscenidades.
Durante este encuentro, uno de los pasajeros, Michael Cooper, fue herido a bala en el rostro, pero nunca hubo claridad de quien le disparó.
Momentos más tarde, Davis se habría encontrado con Sylvester Coles, quien peleaba por una cerveza con un indigente en el parqueadero de un Burger King.
Seguidamente, Larry Young, como fue identificado el habitante de la calle, fue atacado a ‘cachazos’ en numerosas ocasiones. Mark Macphail, quien estaba de civil, pero se encontraba laborando como guardia de seguridad aquella noche, llegó a socorrer a Young.
A eso de la 1:15 a.m., sin poder sacar su arma de dotación, Macphail fue acribillado.
Sin evidencia física
La inesperada muerte del joven policía causó conmoción en Georgia, especialmente en el gremio de la autoridad. En la escena del crimen, la única evidencia que investigadores recuperaron fueron los casquillos de una pistola calibre 38.
Nunca lograron encontrar el arma del crimen, ni cabello ni ADN para vincular directamente al asesino.
Sin embargo, en horas de la tarde del 19 de agosto, Coles llegó hasta una estación de Policía y declaró que había visto a Troy Davis con una pistola y que había disparado contra la vida de Macphail.
Ese mismo día, Troy se habría ido hasta Atlanta con una hermana. La mañana siguiente, agentes de la Policía rodearon su hogar, presuntamente intimidaron a su madre amenazando con tumbar la puerta de la casa, lo cual la obligó a abrirles la puerta.
Tras esculcar la casa, cogieron una bermuda de Davis que estaba en una máquina secadora, pero la prenda no fue aceptada como evidencia durante su juicio ya que el hogar fue requisado sin orden de allanamiento.
Al considerarlo el mayor sospechoso del crimen, la Policía empezó a repartir la imagen de Davis por las calles de Georgia y ofrecía recompensa por información que condujera a su arresto. El 23 de agosto, fue llevado por familiares hasta la Policía de Savannah ya que temían por su seguridad. Allí se entregó, pero se declaró inocente ante el crimen.
Lo acusaron de ser el autor intelectual del homicidio además de haber herido a Cooper. Dos años más tarde y basándose en los argumentos de la Fiscalía, el juez que atendió el caso decidió imponerle a Davis la pena capital.
Testimonios retractados
Aparte de no contar con evidencia física, otra de las críticas que voceros de amnistía internacional y activistas de los derechos humanos alrededor del mundo han resaltado en las inconsistencias del caso de Davis es que siete de nueve testigos se retractaron de sus testimonios iniciales.
Entre estos se encuentra el relato de Dorothy Ferrell. Luego de que miembros de la Policía le mostraran una foto de Troy, aseguró que lo había visto disparar la pistola la noche del crimen. Pero en el 2000, admitió que había testificado en contra de Davis al sentirse presionada por las autoridades y porque tenía libertad condicional luego de haber cometido un robo.
El otro sujeto que podría considerarse sospechoso del crimen de Macphail fue Coles, quien es uno de los dos testigos que nunca ha retractado su testimonio. Curiosamente, admitió haber cargado una pistola del mismo calibre que la que fue utilizada en el homicidio, pero nunca fue tratado como un sospechoso durante los 22 años de juicio de Davis.
Aseguró su inocencia
En tres ocasiones fue postergada la ejecución de Davis, pero esta vez la Junta de Perdones de Georgia y la Corte Suprema del Estado le negaron clemencia. Esta negación ha puesto en juicio el sistema judicial estadounidense y ha vuelto a abrir el debate de la condena de muerte a nivel mundial.
En su lecho de muerte y mirando a la cara a los hijos y familiares de Mark Macphail que asistieron a la ejecución, Davis dijo: 'El incidente aquella noche no fue mi culpa, yo no tenía un arma... No maté personalmente a su hijo, padre, hermano. Soy inocente'. Fueron sus últimas palabras.
El día después de su muerte, Martina Correia, una de las hermanas de Troy Davis, dijo en declaración a la agencia internacional AP, que no sentía rabia por los hechos y que seguirá luchando contra la pena de muerte en honor a su hermano. También expresó se sentía orgullosa de lo que él dijo antes de morir.
Anneliese Macphail, la madre del policía asesinado en el 89, aseveró que ya podía empezar a cerrar este tormentoso capítulo en su vida y la de su familia. 'Siento que se hizo justicia', aseguró.
Si Troy Davis era realmente inocente y pagó injustamente por un crimen que no cometió es una duda que permanecerá vox pópuli por mucho tiempo. El hecho de que la respuesta llegue o no es cuestionable, pero lo cierto es que su caso no será olvidado y podrá tener incidencia sobre el futuro de miles de reos que esperan inquietos en el pabellón de la muerte.
138 declarados inocente
Desde 1976, año en el que fue reinstaurada la pena de muerte en Estados Unidos, hasta la fecha actual, 138 condenados han sido exonerados luego de ser comprobada su inocencia. Entre 1976 y 1999, tres personas fueron excusadas por año en promedio, mientras que entre el 2000 y 2007, la cifra de exonerados aumentó a cinco.
Desde 1976 hasta el periodo actual, 1.270 reos han sido ejecutados en los 34 estados que permiten esta condena.
*Cifras tomadas del portal del Centro de Información de la Pena de Muerte de Washington D.C.
Por Jennifer Cabana
jennifer.cabana@gmail.com




















