Es una historia que pone en valor la compasión y el compromiso moral, aunque se queda a medio camino de explorar a fondo las tensiones políticas y éticas de uno de los períodos más oscuros de la historia argentina.
Aunque ese comportamiento del presidente se ha vuelto habitual en la vida política del país, tanto que a los pocos días se olvidan y no pasa nada, no ocurre lo mismo en Europa o USA, donde los ingredientes culturales son menos flexibles a las agresiones verbales o insultos infundados.
Como ciudadanos nos sentimos impotentes ante esta demostración de poderío militar y no podemos hacer otra cosa que ser cuidadosos en extremo para evitar ser víctimas ocasionales de una situación de atraco o de una bala perdida que siempre golpea a quien no tiene nada que ver con el tiroteo que se presentó de repente y no hubo tiempo de reaccionar para escapar.
Cabe preguntarse, entonces, por qué las potentes medidas de seguridad que se despliegan durante un evento como el de la OCDE no pueden adoptarse de manera permanente e indefinida, mientras se hace lo posible por conjurar los peligros a los que se exponen los barranquilleros.