La humanidad se enfrenta constantemente a dilemas morales asociados con los animales. ¿Puedo comer carne sabiendo que proviene de una vaca criada para ser sacrificada? ¿Puedo disfrutar de un pescado que ha sido engañado con un anzuelo? Son preguntas legítimas, frente a las cuales no hay una única respuesta correcta. Ahora, una cosa es cuestionarse entre ser vegetariano o vegano, y otra es avalar como sociedad el maltrato de animales que habitan en la calle. En Colombia, a pesar de que el maltrato animal es un delito, esta conducta se presenta todos los días contra perros y gatos en las calles. Ante la evidente incapacidad y falta de voluntad judicial para perseguir este delito, la responsabilidad institucional de hacer valer los derechos de los animales recae en las ciudades en las que se encuentran.
Este tema toma nuevamente relevancia por las noticias de maltrato animal en Santa Marta, ciudad en la que durante muchos años se han envenenado gatos y en la que la administración ha hecho caso omiso, hasta que tuvo que enfrentar un acto absolutamente cruel y despreciable, como lo fue el hecho de que alguien decidiera quemar a 50 gatos vivos. Si bien este acto ha recibido todo el reproche por parte de la ciudadanía y las autoridades, este caso es la crónica de una muerte anunciada. Las denuncias de maltrato animal en Santa Marta han sido reiteradas por organizaciones y fundaciones; la prueba de esto es que esta misma situación fue planteada en una columna publicada en este espacio en 2021.
No hay justificación cultural ni educativa para acabar con animales domésticos, cuyo único problema es haber nacido en una de las ciudades más crueles para los animales en Colombia. Qué dolor ver cómo en Santa Marta se repiten los mismos hechos y no se toman las medidas preventivas y correctivas para que esto no vuelva a suceder. No basta con adoptar medidas equivalentes a pañitos de agua tibia, es necesario que se adelanten campañas de cultura ciudadana, jornadas de esterilización para los animales de la calle, que se les identifique y se les proteja como sucede en otras ciudades y países.
Hay muchas razones legales y morales por las cuales quemar vivos a 50 gatos está mal, pero también está mal que las autoridades no hagan nada al respecto y que cuando se les cuestione repitan la frase de cajón de “estamos adelantando las investigaciones necesarias”. Además de las investigaciones que no avanzan, la ciudadanía debe exigir que se tomen medidas concretas y cuyos resultados puedan medirse en el tiempo.