Veo en los anaqueles de mi cuarto, reunidos una veintena de libros, algo conocidos por medio de una lectora, otros fueron entregados, junto con soledades y pesadumbre por lo no alcanzado, a la biblioteca cercana, al no poder leerlos o releerlos, por una discapacidad visual.

Pienso en el goce por ellos producido, ahí esta un siglo de cinema francés, el pensamiento griego de Homero (“Canta, oh Diosa, la cólera de Aquiles”) y Platón, el del querido Cortázar, las grandes verdades de Nietzsche, un grueso volumen de la teoría marxista hoy, Las grandes civilizaciones, y Puerca Tierra del poeta John Berger.

También están, Lolita y Cien años de Soledad, de Nabokov y García Márquez respectivamente, novelas y poesías de Houellebecq, el más grande escritor francés vivo, un ensayo del intelectual Steiner, sobre Heidegger, el insigne filósofo callado ante la barbarie de Hitler, las tribulaciones de Claudio, emperador Romano, contadas por Robert Graves, y, no podía faltar, el inolvidable Shakespeare en su tragedia, Hamlet (“existir o no existir, esta es la cuestión”).

Al repasar en la memoria, esos libros y autores, creo valió la pena haber vivido, para gozar en compañía, de alguna manera, con las mentes más privilegiadas, producidas por la humanidad, parafraseando al invidente Borges.

Emiro Guerrero

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