La fiebre de la Selección no está en la sábana que la arropa
Se ha vuelto un tema de cajón eso de echarle la culpa a Barranquilla cada vez que pierde el combinado patrio.
No hay que generalizar. De las 46 mil personas que estaban en el estadio Metropolitano en el partido Colombia-Perú, se notó que la mayoría reprochó la derrota 1-0 de ‘la Amarilla’, con una silbatina al final del juego. Muchos fanáticos prefirieron aplaudir en medio de los chiflidos. Hubo algunos en la tribuna occidental, la de las boletas más costosas (420 mil pesos), que se acercaron a las barandas e insultaron a los integrantes del combinado patrio, especialmente a Reinaldo Rueda.
Unos pocos energúmenos, no más de 10 (calculo), lanzaron guijarros al entrenador. Vi a tres desde la gradería occidental alta tirando botellas plásticas de gaseosa. Hubo uno que lanzó dos a Rueda. Fui testigo. Por esos violentos, con los que la Policía debe actuar de manera inmediata y efectiva, no se puede juzgar a todos. La inmensa mayoría de los 46 mil espectadores no reaccionaron así. Incluso varios se opusieron y rechazaron la violencia. Casi todos fueron a vivir una fiesta y se mezclaron y compartieron en paz con el numeroso grupo de peruanos que se acomodaron en distintas localidades del ‘Metro’.
Las autoridades deben capturar y judicializar a quien intente hacer daño a otro lanzándole una botella desde la gradería. Nada justifica esos graves intentos de agresión. Absolutamente nada. No debe pasar aquí ni en otro escenario. A esos energúmenos hay que cerrarles las puertas del fútbol.
Tampoco es admisible que el pésimo comportamiento de cinco o diez sea aprovechado por algunos oportunistas y populistas, como el alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, para criticar y estigmatizar injustamente a Barranquilla y a su afición futbolera, que claramente ya no es la única que abarrota el ‘Metro’ porque viene asistiendo muchísima más gente de todas partes del país a través de la adquisición de paquetes de agencias de viajes que incluyen tiquetes aéreos, hotel, traslado al estadio y posteriores viajes a Cartagena y Santa Marta.
Ospina, queriendo pescar en río revuelto, ofreció a Cali como sede porque allá sí “la van a apoyar con el alma” y no será “un turisteadero de cachacos arribistas”. ¿Les cerraría las puertas a los aficionados de otras ciudades? Son declaraciones alegronas.
Es evidente que al Metropolitano entran masivamente aficionados de Bogotá, Santander, Antioquia, Caldas, Risaralda, Norte de Santander, Armenia, Valle y otros rincones de Colombia. La ‘Puerta de Oro’ se abre amablemente para la Selección y para todos, como debe ser, y le pagan con una lluvia de críticas inmerecidas. Eso sí es ser desagradecido, James Rodríguez.
Se ha vuelto un tema de cajón eso de echarle la culpa a Barranquilla cada vez que pierde el combinado patrio. Que “el calor afecta a los jugadores”, dizque “el público no alienta”, que esto y lo otro, que pitos y flautas.
En ese estadio con calor climático y humano, Colombia clasificó a cinco mundiales (¡CINCO! ¡5!). Ha sido una sede exitosa. Tras la salida de Pékerman, que nos llevó a las dos últimas citas ecuménicas, no se ha podido estructurar y consolidar un equipo y un gran funcionamiento. Ni con Queiroz ni con Rueda. Ni sin James ni con él. Van seis fechas sin marcar gol (¡SEIS FECHAS SIN GOL!). Por ahí es la cosa. Las razones de la situación son futbolísticas. No tiene que ver el público ni la sede. La fiebre de la Selección no está en la sábana que la arropa.
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