Veo crudo a Junior. Sí, demasiado crudo. Pienso que después de tres fechas debería tener un mínimo de cinco puntos. Y sí, claro que sí, más allá de los resultados, ya es para que hubiese asomado una idea futbolística. Ya se tendría que divisar la pretensión de un estilo de juego.
Sin embargo, a pesar de que el desempeño del equipo y sus guarismos en estas tres primeras fechas (solo van tres, léase bien, solo tres) no van acorde con mis expectativas y las de gran parte del juniorismo (incluidos el cuerpo técnico, los jugadores y los directivos, seguramente), creo que hay que conservar la calma, tener paciencia y respaldar firmemente a Arturo Reyes en un trabajo que apenas está empezando.
Y no me refiero solamente a los accionistas del equipo, que fueron los que tuvieron, se supone, la convicción de traerlo, y, en últimas, son los que agarran el sartén por el mango y quitan o ponen cuando dispongan.
Yo me imagino que si le dieron la responsabilidad de dirigir a Junior es porque creen en él. Si en solo cuatro o cinco partidos titubea la confianza, entonces realmente no existía el convencimiento de que debían contratarlo, y todo eso de emprender un proyecto con un DT que conozca la cantera, el ambiente y la idiosincrasia de la región, era puro cuento.
Yo me remito también, más allá de los dirigentes, a los hinchas implacables que están afilando la guillotina para Reyes desde el año pasado. Endosarle a la campaña de ahora los tres partidos que dirigió en la agonía del anterior torneo, cuando encontró un equipo reventado física, anímica y futbolísticamente (con muchos jugadores que ya no están), es parte de ese afán desmesurado de algunos aficionados de cortarle la cabeza al entrenador. Es mejor alentar que presionar.
Pero me dirijo principalmente a los que de verdad pueden apoyar en el terreno de juego, a los que tienen todo en sus manos, pies y cabeza, a los jugadores.
Si ustedes despilfarran opciones nítidas de gol, cometen penaltis infantiles, pifian en la defensa, erran un pase a un compañero que está a dos metros, se desordenan y permanecen estáticos, dejan de ser dinámicos e intensos, no rinden al ciento por ciento, no acatan las instrucciones del DT, no cumplen sus funciones y no hacen valer lo que ganan, de ninguna de las otras partes habrá respaldo y paciencia.