
¡Que viva Sofía Vergara!
¡Qué incordio tener que seguir escribiendo sobre las tragedias de este país, que son tan complejas como incalculables! Los que opinamos en los medios de comunicación deberíamos tocar más a menudo temas agradables, para ver si, con esa fórmula, logramos darle la vuelta a una realidad que a veces parece no tener futuro.
Me resisto a creer que no haya más remedio que hablar de la caída del Presidente en las encuestas, del ‘descojone’ de la justicia, los excesos del fiscal, el proceso de paz –que está más manoseado que pasajera de Transmilenio–, el paro de maestros y de los jueces, la crueldad sin límites de la guerrilla, los políticos rapaces y oportunistas –que son la mayoría–, el subibaja de los precios del dólar y el petróleo, las bandas criminales y los criminales que andan en bandas; en fin, me niego a seguir siendo esclavo de las malas noticias.
Hoy haré un alto en el camino sinuoso y turbulento de la perdición informativa, para dedicarle este espacio a una mujer maravillosa, espléndida y hermosa, una costeña que me llena de orgullo y admiración: la Toty Vergara, la misma que viste y calza, señoras y señores, nuestra Sofía, la que ya tiene una estrella en el paseo de la fama en Hollywood Boulevard, aunque, en realidad no la necesita, porque ella es, en sí misma, una constelación con sol propio.
Sofía es nuestra, así el tal Joe Manganiello crea que es el único que tiene acciones en esa humanidad llena de curvas y sonrisas. Como Gabo y otros grandes que ha parido el Caribe colombiano, la Toty es patrimonio de una cultura fascinante, llena de magia, exuberancia, inteligencia y color. Y es precisamente su estirpe costeña, su calidez, la que le ha permitido llegar tan lejos. El talento, combinado con el don de gentes, es una fórmula infalible que conduce a la cima, a pesar de las adversidades que puedan presentarse.
Sofía es auténtica, humilde, desprevenida, carismática y jovial; irradia felicidad y representa, como ninguna otra, a la mujer colombiana aguerrida que lucha por sus ilusiones. La Toty no fue profeta en esta tierra (nadie puede serlo, en un país cuyo principal pasatiempo es la envidia). Aquí no le pararon bolas, porque hace años perdimos la capacidad de reconocer la valía de los demás, si es que alguna vez tuvimos esa cualidad. En todo caso, ella cogió sus ‘motetes’ y su pelao, y en una maleta empacó sus sueños y los hizo realidad en la tierra en la que las fantasías más inverosímiles son tan comunes como el pan: ‘la United’.
Solo dos colombianas han alcanzado tan alto honor, como lo es una estrella en la famosa calle de Los Ángeles: Shakira y Sofía Vergara. Ambas barranquilleras, caribes y talentosas hasta el tuétano. Tremendo reconocimiento. Esos no son los premios Tv y Novelas: el paseo de la fama es un lugar de culto reservado para los más grandes e importantes del mundo del espectáculo.
Eres grande, Sofía. ¡Cuánta alegría nos has traído! Eres como un oasis en medio del desierto. El mundo está a tus pies y con toda la razón: te mereces lo mejor, te lo ganaste. ‘Sofía’ viene de sabiduría, pero, en tu caso, además significa belleza y bacanería. Eres como los buenos vinos: con el paso del tiempo te has puesto mejor. Eres como el Chanel número 5: jamás pasarás de moda.
Necesitamos más Sofias Vergaras, para que vuelva la primavera a esta tierra perdida entre la penumbra, el odio y la ceguera.
La ñapa I: Los hermanitos Galán pretendían callarnos con una tutela a quienes osamos cuestionarlos. No les funcionó, salieron derrotados. A los principitos solo les gusta la justicia, cuando esta les da la razón.
La ñapa II: Pasarán cien años de soledad antes de que este mundo vuelva a engendrar a un escritor de la talla de Gabriel García Márquez.
abdelaespriella@lawyersenterprise.com
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