
¡Qué grata sorpresa!
Me encuentro con un artículo que pondera las profesiones de los mandatarios de los últimos treinta años. La lista incluye a los ministros de cada período presidencial y enfatiza en las disciplinas de cada cual.
Resaltan profesionales del derecho y la economía graduados en la Javeriana y los Andes. La ventaja es abrumadora y muestra que sólo el 15% de los cargos fueron y son ocupados por profesionales de otras disciplinas. Cuando el hombre de la calle se pregunta por qué el tema del manejo público es tan deficiente, tenemos que buscar razones adicionales a la corrupción que campea en nuestro país.
Nos han convencido que para poder vivir en este mundo de oportunistas tenemos que contar con un abogado que nos asesore en cualquier negocio que adelantamos. Igualmente el mundo político nos tiene embolatados con el paradigma de que los economistas, per se, son los personajes más apropiados para determinar el rumbo de nuestra nación.
El estado y sus entidades son grandes empresas que debemos comparar con cualquiera de las compañías privadas que conocemos que con una Asamblea y una junta directiva, son los responsables de lo que pase en esa empresa y escogen a un profesional idóneo que ejecuta las instrucciones y estrategias de la junta.
Resulta que aquí sucede algo contrario, nuestra clase dirigente pública, con algunas excepciones, tiene poca o ninguna experiencia en el manejo requerido para dirigir, coordinar, planear y controlar, grandísimas empresas estatales con presupuestos billonarios que requieren de alguien que haya necesitado esforzarse y mostrar resultados previos en sus negocios.
Nos encontramos con funcionarios con una gran carrera política y una magnífica experiencia, también política, que han sido secretarios de despacho, viceministros, ministros durante los últimos 15 o 20 años pero que nunca han sabido lo que es un sobregiro ni mucho menos un déficit de caja.
Puede que a los economistas les “quepa el país en la cabeza” y sean expertos en conocer y dictar cátedra en temas como la inflación, el gasto público, los TLC o la balanza con cualquier país amigo pero, con todo el respeto, en su mayoría, no saben leer un balance, se enredan con una cuenta débito o crédito y sólo son buenos para manejar niveles de endeudamiento por encima de millones de dólares.
Un ejemplo que ilustra la diferencia que pretendo plantear es el de la hoy min comercio, Ing. Industrial con trayectoria y experiencia exitosas en el sector privado, que saca cuentas, manifiesta sus inconformidades, ordena y siempre intenta que las acciones que de ella dependen, cumplan con los mínimos requeridos de acuerdo a las buenas prácticas adquiridas en el mundo de los negocios.
¿Qué puede conocer un joven profesional que es investido de las prerrogativas emanadas de su padre, madre o de ambos, profesionales congresistas y que no hicieron nada distinto que beneficiarse del erario público? No tiene ninguna experiencia administrativa, obtuvo un flamante título universitario y cuenta, eso sí, con una acaudalada herencia de pesos y de votos que le permitirán continuar por la senda ya demarcada.
Como esto ha pasado históricamente en el país, sorprende favorablemente que en la escogencia del nuevo gabinete, el presidente hubiese tenido en cuenta más los méritos que las recomendaciones políticas. Cumplió a su manera los compromisos adquiridos pero escogió, abogados y economistas todos –menos un Ing. Civil en salud y la probada Ing. Industrial en comercio-, a personas apropiadas.
fernandoarteta@gmail.com
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