El Heraldo

Preparemos el posconflicto

Creo que los acuerdos de paz se van a firmar, y una mayoría de colombianos estamos decididos a refrendarlos con el instrumento democrático que nos propongan, siempre y  cuando haya verdad y reparación a las víctimas.

Y lo queremos hacer porque estamos cansados de ver y contar muertos en la familia, el vecindario, la calle, el monte; porque no soportamos más noticias de corrupción, narcotráfico y paramilitarismo de funcionarios y representantes públicos ni podemos oír más atrocidades de esa guerra encarnizada que se libra en las selvas y en la periferia urbana que produce desplazamiento y víctimas inocentes en la población civil.
Y ante esto nadie puede pasar de agache, porque mejor solucionar el conflicto armado civilizadamente (todos ganan) y separar política de las armas que incrementar la guerra y seguir agarrados a esa premisa, probadamente fracasada, de la tierra arrasada y el plomo hasta exterminar a las guerrillas.

Es sencillo: no podemos quedarnos en la zona de confort, donde todo sucede según lo planeado y damos la espalda a la desigualdad profunda que impera en nuestro país, donde la gente se está matando por asuntos tan nimios como una salpicada de agua en una calle inundada o porque la niña no sacó un diez en el colegio sino un ocho o porque le quitaron la vía. ¿Cómo vivimos tranquilos sobre una caldera hirviendo? Nos salva el carnaval, la catarsis colectiva y la falsa creencia de que durante esa fiesta nos igualamos y se pierden las agudas diferencias sociales, cuando simplemente vamos juntos pero no revueltos.
Pienso que es la razón fundamental por la que en el Caribe no maduran las protestas, no se nota una organización ciudadana ni esta responde masivamente a los llamados indignados de algunos dirigentes por lo que la mayoría de las quejas se disuelve en cartas sin respuesta y plantones a los que acuden cuatro gatos.

Pues bien, aprovechemos esa ‘debilidad’ para prepararnos para el postconflicto y que sea nuestra región la primera en demostrar que su cheveridad y amplitud de mente no solo es para dar cumplimiento a rituales de nuestra cultura, sino también para permitir la reintegración a la vida civil de aquellos que se alzaron en armas hace 50 años porque no tenían nada que perder.
Lo dijo Humberto de la Calle: la sociedad colombiana y sus dirigencias política y civil tienen que estar preparadas para los cambios que se necesiten implementar para hacer del país una Nación de ciudadanos en igualdad de condiciones frente al quehacer estatal, donde los derechos fundamentales de toda persona sean satisfechos sin la intermediación malsana de quienes hacen carrera y se enriquecen vulgarmente con las necesidades de sus electores.

¡Más claro no canta un gallo! Si estos llamados de un hombre recto y conocedor de Colombia no encuentran eco tanto en el Congreso, las cortes, el ejecutivo y todas las ‘ías’ que nos regulan, protegen y sancionan como en cada uno de nosotros, se firmarán los acuerdos de paz en La Habana pero el país seguirá en esta matanza permanente. ¿Es eso lo que queremos?

losalcas@hotmail.com
@losalcas

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