El Heraldo

Pintalabios masculino

No podía tener mejor escenario para platicar sobre el día de no maltrato a la mujer que el doble congreso que terminó ayer en Cartagena, el de la ACP, Asociación Colombiana de Psiquiatría, en conjunción con el de Apal, Asociación de Psiquiatría de América Latina, al cual asistieron 3 psiquiatras con quienes estudié la psiquiatría infantil en el D.F. y guardamos desde entonces una gran amistad, Olga Albornoz, bogotana, y Óscar Sánchez y Andrés Valderrama, mexicanos; y conocí a una colega uruguaya, Laura Viola, todos de una bacanería total, y con quienes armamos un coro para tirar carreta sobre este asunto de extraordinaria complejidad.

Empezamos analizando el significado de la propuesta que se hizo a los hombres de este país en el sentido de pedirles que se pintaran los labios en un gesto de identificación con las maltratadas. Laura hizo una distinción entre identidad y equidad, pues no es lo mismo la simple identificación con las maltratadas, pues la cosa puede llegar hasta ahí, que un gesto verdaderamente equitativo de parte del Estado al comprender las reales dimensiones de lo que está detrás de un golpe a una mujer y elaborar políticas compensatorias para su protección. Olga dijo que le parecía caricaturesco y no representaba la esencia de lo que es ser mujer, pues, si la única huella que una mujer puede dejar en un hombre es un beso, entonces se distorsiona por completo la cosa femenina y nos quedamos en algo superficial. Andrés y Óscar se pusieron la escafandra y se metieron en profundidades al decir que lo del maltrato a la mujer debe ser mirado desde muchas perspectivas, especialmente cuando se pone la lupa al tipo de relación que tiene la pareja y se descubre una constelación de síntomas que explican por qué esta clase de relaciones donde se da el maltrato físico o verbal tienen unas necesidades complementarias que hacen que se mantenga ese vínculo patológico que perpetúa el maltrato. Y recordamos varias películas de relaciones tóxicas, como Portero de noche o La guerra de los Roses que, quizás por ser viejas las nuevas generaciones no conocen de ellas, pero deberían echarles una mirada para entender ciertas cosas de la dinámica relacional en una díada hombre mujer. Yo aporté desde lo cultural al remarcar que hay ciertas sociedades donde impera una cierta permisividad al maltrato por dos razones, la primera porque no hay una reglamentación precisa que intimide e infunda respeto a los hombres al saber que las consecuencias de su maltrato les pueden resultar bien duras; y, la segunda es el desconocimiento que tiene la mujer de sus derechos y el temor que tienen, por lo menos en este país, a que les vaya peor en sus denuncias. Y agrego hoy otro factor que no discutí con ellos porque lo vi después en las noticias y se ubica dentro de lo cultural-religioso. Una señora en una arenga muy poética pero errada diciendo que la razón básica del respeto del hombre hacia la mujer es porque ellas nacieron de la costilla de Adán, contrariando lo que acaba de decir el propio papa Francisco hace unos meses que el infierno no existe y que se vayan olvidando del cuento de Adán y Eva. En ese enredo ni ella misma sabrá por qué la maltrata el marido.

haroldomartinez@hotmail.com 

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