
Piketty y la desigualdad
Ver a más de tres mil personas escuchando a un economista como Thomas Piketty, en el Hay Festival de Cartagena reciente, me llena de esperanzas sobre los tiempos que vivimos, a pesar de las dificultades. El joven autor, en su inglés con acento francés, fue capaz de explicar en una hora las bases de sus tesis, enunciadas en el libro El capital en el siglo XXI, de venta en nuestras librerías locales.
Piketty, de salida, nos advierte que su obra puede ser leída por cualquiera, pues hace uso de la historia y la literatura, además de las estadísticas esenciales de muchos países capitalistas. No es un libro técnico, pero la ortodoxia se muere de la envidia ante el éxito de sus libros. Es curioso que en esta época los libros más vendidos provienen de economistas heterodoxos como Piketty o Ha Jong Chang, o de economistas tradicionales pero con una visión más progresista, como Paul Krugman o Stiglitz.
El análisis de Piketty se concentra en el tremendo tema de la desigualdad de las sociedades capitalistas desarrolladas. El problema sigue empeorando, y la riqueza se concentra más en el 1% de la población. En la posguerra, en el siglo pasado, la brecha entre la tasa de retorno del capital y la tasa de crecimiento económico no era tan grande. Desde los 80, en la medida en que se impusieron las políticas ortodoxas y neoliberales, encabezadas por Thatcher y Reagan, la brecha entre estas variables ha sido tremenda, de un crecimiento promedio de la economía del 1% o 2%, mientras que los rendimientos de capital se han disparado al 7 u 8%. En matemática financiera uno aprende el poder de la tasa de interés compuesto: ese gap irá generando mayor riqueza a los que ya son muy ricos.
Piketty considera que es tiempo de que nuevas políticas e instituciones modifiquen este estado de cosas. Hay que reforzar la propiedad pública, mejorar la educación pública a todos los niveles y lograr mayor acceso a la información. Se debe regular en mejor forma el mercado laboral y la propiedad privada. En este caso, Piketty señala que es mejor que la economía esté en manos de empresarios nacionales que extranjeros, pues estos escapan a las regulaciones. Acá lo hemos visto con Chevron (precios del gas) y, de remate, le entregamos Isagén a una firma financiera canadiense que no tendrá la misma visión ambiental de la empresa estatal.
En lo tributario, Piketty recomienda elevar la tributación sobre el capital y sus ganancias, no sobre los ingresos de personas y empresas. No se justifica la desigualdad ni económica ni éticamente. Cuestiona, igualmente, elevar los impuestos al consumo (IVA). En Colombia haremos obviamente lo contrario, mientras el ‘régimen’ no cambie. Nuestra tributación es baja, apenas un 14% del PIB, necesitando elevarla por encima del 30%. Pero acá se trata de elevarla a costa de los trabajadores, clase media y empresarios.
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