
No es usual ver a un columnista –hombre– opinando sobre la conquista de las mujeres argentinas de un paso fundamental para despenalizar el aborto. Se supone que de esos temas se ocupen las mujeres, sin embargo, dejamos de lado que son los hombres los que tradicionalmente hemos decidido si permitimos que las mujeres aborten o no, y si las mandamos a la cárcel por abortar. Perdemos de vista, además, que lo que ha sucedido en el país gaucho no tiene que ver con un asunto exclusivamente de mujeres, tiene que ver con la manera como el mundo nos sorprende cuando la gente se moviliza para reclamar sus derechos. Tiene que ver con una marcada tendencia a buscar la justicia, a recomponer el desastre, a alcanzar el equilibrio, a romper con la represión y la desigualdad.
La mancha verde de mujeres en las calles de Buenos Aires luchando por la despenalización del aborto, la movilización de días en Brasil por el asesinato de la activista negra de las favelas, el paro cívico de Buenaventura en Colombia, las protestas en Estados Unidos por los asesinatos de afroamericanos, las protestas de los mexicanos por Ayotzinapa, la movilización en Argentina por los asesinatos de mujeres y las masivas protestas por la detención de una mujer que en defensa propia mató a su agresor sexual, los años de manifestaciones en contra del apartheid en Sudáfrica, la poderosa movilización en México por la represión de Atenco y la resistencia al proyecto del aeropuerto, las manifestaciones populares de la Primavera Árabe en 2011, todas son formas de mover el mundo, todos son ejemplos de gente levantándose para mover el mundo, para cambiar su realidad y de paso cambiarla en otros lados.
Sin conocer quién ganará en las urnas hoy mientras escribo esta columna, solo se puede tener la evidencia de un resultado incontrovertible: la inédita movilización colombiana en estas elecciones que está por encima del apoyo a un candidato, es la movilización de un país hastiado de la corrupción y de la guerra, de un país que protesta por los crímenes de Estado, por los llamados falsos positivos, por las masacres y por la desigualdad, un país que está harto de los políticos tradicionales y sus mentiras, un país que está herido por el dolor de tanta gente por la violencia, un país que despierta y se da cuenta que los campesinos no tienen tierra, que la gente no tiene agua, que los niños se mueren de hambre, un país aburrido de morir en la puerta de los hospitales y morir de desesperanza porque sus jóvenes no tienen derecho a la educación, ni trabajo ni nada.
Pase lo que pase hoy, aquellos que han inspirado esta movilización tienen el compromiso histórico de seguir agitando las banderas, desde el lugar que sea; pero especialmente, pase lo que pase, la gente que en Colombia sigue cambiando el mundo ya no debe parar. Seguir es el camino, el reclamo debe ser superior a una victoria electoral. Aquí no tenemos derecho a perder el aliento.
javierortizcass@yahoo.com
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