En los tiempos difíciles que ha enfrentado la humanidad, siempre quedan discursos de líderes que marcan dichas épocas tan complejas. Como el famoso “Nunca tanto se le debió a tan pocos”, de Churchill agradeciendo en plena II Guerra Mundial a sus pilotos. O el tembloroso Bush que prometió atrapar a los autores del 9/11 ante la prensa mundial.

En el ámbito nacional, por ejemplo, está en la mente de los colombianos la firmeza con la que Uribe sindicó al `Monojojoy´ ante las cámaras y le preguntó si tenía la “cobardía” de negar su autoría en los hechos del Club el Nogal. En fin, que tras un suceso trágico o en medio de un periodo traumático como sociedad, siempre volteamos la vista hacia los mandatarios, esperando -acertada o erróneamente- que tengan más respuestas que nosotros.

Antes, los enemigos de una nación eran otras, con diferentes ideologías y, en la época contemporánea moderna, los Estados se mantenían alerta para defenderse del terrorismo cuando fuese necesario. Pero hoy, sin esperarlo, nuestra enemistad común, la que nos unifica a todos, es contra un virus.

Y aunque nos quejemos y muchas veces no nos identifiquemos con nuestros mandatarios; aquí estamos, esperando encontrar en sus alocuciones alguna pista del futuro. De lo que va de la pandemia, ya son varios los discursos memorables de los que hemos sido testigos. La templanza de Trudeu y su impecable expresión corporal en Canadá. Bukele y su estilo controversial ´metiendo en cintura´ al empresariado salvadoreño. Trump y su desatinada recomendación sobre los desinfectantes en Estados Unidos.

Sin embargo, hay una alocución profundamente cargada de contenido, que proviene desde Asia, que tal vez por una cuestión de distancia, no ha tenido eco en occidente. Hablo del discurso dado por el Primer Ministro de Singapur, Lee Hsien Loong. Sus palabras son importantes por dos razones: (1) por su proximidad geográfica conoce mejor lo que está ocurriendo en China; (2) la primera ola del virus los golpeó primero y da cuenta entre sus líneas, del mundo que podemos esperar en la medida que un segundo brote es altamente probable para los Estados que parecieran ya haberlo superado.

Hsien Loong, nos insiste en que el tráfico aéreo podría cambiar para siempre, este mundo globalizado del que hemos disfrutado lentamente volverá, pero con unas limitaciones nuevas, a las cuales tendremos que adaptarnos. Advierte que, aunque diseñó con su gabinete un robusto paquete de salvamientos, lo cierto es que nada será suficiente, y la ciudadanía necesita tener resignación para saber que hay unos que “no lograrán recuperarse de esto económicamente”. Se refiere a China como un país que lejos de estar libre de virus, está ahogado en la preocupación por la probabilidad de que se disparen nuevamente los infectados.

Esto, aunque no parece un panorama alentador, es el real, y si bien en esto no hay verdades absolutas, vale la pena identificar a los dirigentes que con más sensatez se expresan. Y en Singapur, hay uno de ellos.