En Colombia las elecciones presidenciales y de congreso son el mismo año, ese elemento de nuestra democracia a algunos les parece maravilloso y a otros defectuoso. La realidad es como todo, tiene desventajas y ventajas. Sin embargo, hemos de reconocerle a nuestro calendario electoral que crea una cierta uniformidad en tiempos de mandato y eso ayuda a que un presidente pueda afianzar en mayor medida sus iniciativas. En Estados Unidos el nuevo jefe de Estado llega con el reto adicional de a los dos años de haber sido elegido, volverse a refrendar e imponer a sus candidatos en las votaciones federales. Lo cual suele no ocurrir, porque los adversarios del partido opuesto utilizan sus primiparadas y errores iniciales como argumento en las contiendas.

¿La revolución Republicana? Es como se le conoce a los resultados nefastos que le sucedieron al partido demócrata después de haber ganado la presidencia con Bill Clinton. Perdieron gran cantidad de escaños, y desde la Casa Blanca tuvieron que gobernar después con un congreso antagónico que dificultó en gran medida la materialización de sus intenciones. Lo mismo le pasó a Bush. Así que no es extraño que un partido gane las presidenciales y después se les enrede el camino con las de congreso. Y no necesariamente esto es una situación negativa; ya que se constituye en una dinámica importante de contrapesos.

A Joe Biden por lo tanto le viene un año complicado, sumado a su baja popularidad y demás problemas asociados a la pandemia del covid. La mayoría de los analistas mundiales que he estado leyendo, coinciden en que el gran problema del Presidente de los Estados Unidos es que llegó a Washington con una propuesta transformadora en exceso, y de aquello: nada. Los estadounidenses que no lo votaron, no se sienten representados, y los que sí, pues se han decepcionado de un hombre que parece no tener los bríos para llevar a cabo lo prometido. También es cierto que imágenes como la salida de Afganistán lo dejaron muy mal parado.

Los medios de comunicación que inicialmente tenía a su favor (CNN y demás) ya se les ha bajado la calentura del enamoramiento. De Biden y su equipo, se dice que no saben comunicar y que tampoco tienen el interés de hacerlo. Entonces un país el que se inventaron Hollywood, tienen a un Presidente mudo. No le encantan las cámaras y menos los micrófonos. Por lo que han pasado de Donald Trump que trinaba en twitter 300 veces al día, a un Joe Biden que manda a su portavoz para que se las arregle con los reporteros que hacen casi camping en la Casa Blanca.

Trump no es un actor para olvidar, sigue pensando en recuperar la presidencia ya sea a nombre propio o en cuerpo ajeno en el de su hijo Donald Jr. (el nepotismo no se da solo acá en la parroquia); por lo que está apoyando y con consistencia a algunos candidatos para estas midtime elections. Sabe que necesita armar un equipo sólido si pretende hacerse de nuevo con la posición más poderosa de Washington.

Ya veremos, pero posiblemente la historia se repita. La misma que vivieron Clinton, Bush y Obama.