Es el inicio, por supuesto; es prematuro e irresponsable emitir juicios concluyentes, claro, pero sí se puede hacer, grosso modo, alguna lectura táctica de los dos partidos realizados.

Lo primero que percibí fue que parece ser que se pretende retomar la posesión de la pelota, el juego elaborado como idea central del modelo de juego. Históricamente, una oferta de juego muy relacionada con la sensibilidad del futbolista colombiano. Pero esta posesión estuvo acompañada de dos elementos: en el inicio, tenía la participación de los defensas centrales y un volante, y el resto, sus compañeros, los posibles receptores para que la jugada progresara, no venían a quitarles el balón, como históricamente lo han hecho los futbolistas colombianos, sino que tomaban distancia y se posicionaban en el campo del rival. No le acercaban rivales, se los alejaban. No sé desmarcaban para quedar delante de los rivales, intentaban recibir el balón a sus espaldas.

Esto, llevaba al segundo elemento, la circulación del balón en la mayor de las veces fue en el terreno contrario, y en el momento que actuaron los futbolistas que hoy están más activos, en mejor nivel competitivo, y con características más dinámicas (léase Sinisterra, Carrascal, Borré) se hizo con más ritmo, o mejor, con más cambios de ritmo, con más capacidad de desequilibrio y con una mayor carga de peligrosidad y efectividad.

Con esa versión (la de los segundos tiempos) se ensayó también la recuperación del balón con más generosidad física y lo más rápido posible. Las alineaciones utilizadas permitieron ver una distribución con cuatro defensas en zona, un mediocampista central (Lerma vs Guatemala; Barrios vs México); dos mediocampistas más adelantados cómo interiores, y tres delanteros (dos punteros y un centro delantero).

En singular, hubo algunas actuaciones destacadas como las de Sinisterra y Carrascal. Otras, buenas, como las de Lerma, Asprilla, Borré. El resto, en su mayoría, cumplidores. También, cómo no, los hubo que mostraron un nivel inferior como Falcao, James, Alzate, Dávinson.

Fue evidente el desesperado intento de Luis Díaz, hoy por hoy el mejor jugador colombiano, por querer ratificarlo en cada acción en la que participaba. Desespero que lo llevó a una mala relación con el balón y las decisiones. Cuerpo técnico y compañeros deberían hacerle saber que confían en él y esperan que los mejore, no que se autoimponga el papel de salvador.

De aquí en adelante, la tarea sería tener partidos antes de la Eliminatoria y darle continuidad a la alineación de los segundos tiempos. Entregarles la camiseta y la responsabilidad de titulares a esos jugadores, con poco recorrido en la Selección, para ver si son capaces de ratificar lo mostrado en estos dos ensayos. Ensayos en los que el examen sobre sus condiciones arrojó un aprobado. Las pruebas que siguen, sobre todo las oficiales, suelen examinar el carácter.