Daniel Cataño, mediocampista del Tolima fue el encargado de ejecutar y fallar el penal ante el arquero Mier de Nacional. En ese instante, Tolima superaba en el marcador (2 a 0) y muchísimo más en el juego a Nacional. Y, de contera, tratando de rematar el rebote del arquero, Cataño lo golpea y fue expulsado. En una misma acción, Tolima se quedó sin el tercer gol y con un hombre menos e inmediatamente cambió el trámite del partido.
Después, Jarlan Barrera en el epílogo del partido y de cabeza, anotó el gol que sirvió para que Nacional consiguiera el título. Cataño salió del terreno sabiendo que se había equivocado y presintiendo que esa jugada cambiaría el derrotero del partido por eso su gesto de disculpas uniendo sus manos y dirigiéndolas hacía la tribuna. No es el primero y no será el último que vive este duro momento. Solo puede fallar el que se atreve a patearlo.
Son famosos los penales errados en los mundiales por Zico y Baggio, en la Champions por Messi ante Courtois cuando este defendía al Chelsea. Localmente, el penal de Héctor Méndez ante el Vélez Sarfield en semifinales de la Libertadores y el de Jarlan Barrera en la final de la Sudamericana. El momento de encontrarse frente al punto penal impone unas particulares normas al sistema nervioso, sobre todo en situaciones definitorias. Hay muchas cosas, muchas ilusiones, muchos sueños, dependiendo del ejecutor, de la habilidad de sus piernas y la serenidad de su cabeza. Por eso, quizá, la presión y la decepción son mayores.
En el cuento ‘Tanta pasión para nada’ (La paradoja de Djukic), el autor Julio Llamazares recrea el doloroso penal que el jugador de la ex Yugoslavia falló en el último partido de la Liga de España entre el Deportivo de la Coruña y el Valencia. El ‘Depor’ empataba en la primera posición con el Barcelona pero tenía mejor gol promedio, así que dependía de sí mismo. El Barcelona ganó su partido y a escasos minutos del final vino el penal a favor del ‘Depor’. “Djukic le dio al balón sin mirarlo como si le pegara al aire (el aire que a él le faltaba). Ni siquiera vio a dónde iba; no vio como lo paraba”. “Arrodillado en el césped, como un boxeador caído, sólo pensaba en huir”.
El desenlace de la final ganada por Nacional produjo en algunos furibundos e irracionales hinchas del Tolima la incivilizada y peligrosa actitud de amenazar a Cataño y a su familia. Inaceptable semejante despropósito. Esas fanáticas e injustificadas posturas de pseudo hinchas deben ser erradicadas del fútbol. El futbolista está siempre acechado por la imperfección, por el error. Es un imperfecto ser humano que hace de futbolista. Que debe asumir la responsabilidad de sus fracasos, sí, los deportivos y profesionales, pero nunca estos autorizan a desaforados a violentar su vida personal y familiar. Cataño, como los que vivieron tan decepcionante momento, seguro continuará su bien reconocida carrera.
Apostilla: tal vez, solo tal vez, en el inicio del cuento encontramos alguna enseñanza “Cuando recogió el balón, Djukic se acordó de lo que su mujer, Ceca, le había dicho aquella tarde; parecía como si se lo hubiese profetizado. Si acaso, no se te ocurra tirar un penalti”.