Siete fechas me parece que son un buen número de actuaciones para esbozar algunas opiniones sobre la actualidad del Junior 2022. No la que tiene que ver con la tabla de posiciones, porque esa se explica por sí sola: siete partidos jugados, tres ganados y cuatro perdidos. Discreta.
Intentaré, en medio de la estrechez que el espacio ofrece, dejar algunas referencias tácticas que el equipo ha pretendido desarrollar, hasta ahora con más intención que concreción.
Una idea que el entrenador pregona con mucho entusiasmo: fútbol con mucha presión, alto ritmo, imponiendo el dominio territorial y valiente para exponerla sin importar el lugar y el rival. Ese entusiasmo suele interpelar positivamente al jugador. Este se siente rápidamente protagonista, empoderado, capaz de decidir cómo debe ser el trámite del partido. Pero al mismo tiempo, le demanda un gran sentido de la organización y una alta preparación física y mental. A mi juicio, logró dejar algunas señales positivas en sus tres partidos en Barranquilla y en Bogotá ante Santa fe, a pesar de la derrota. Incompletas pero con algunos trazos alentadores. No así contra Nacional, mucho menos ante el Once Caldas —el peor partido en mi opinión— y el Medellín.
Presionar es hoy un indispensable elemento para competir con mayores posibilidades, pero no lo es todo. Junior y su técnico no pueden agotar su funcionamiento en salir a presionar aunque esta no se haga bien y olvidar otras tareas más importantes y entonces tranquilizarse, tras las derrotas, arguyendo, “salimos a presionar, aún de visitante, esa es nuestra idea”, y mucho menos restándole méritos al rival (Santa fe) o responsabilizando al árbitro (Caldas).
El más alto ritmo de juego, la mayor velocidad, la mayor agresividad para la recuperación, la presión más arriba y con más continuidad deben estar siempre subordinadas por la inteligencia de juego (cuándo y dónde lo hago) y la coordinada técnica en la ejecución de las jugadas (cómo lo hago). La presión —y las demás— son un medio, necesarias, pero no son el fin. Se juega al futbol, no se juega a la presión.
Los jugadores del Junior, por ahora, no han podido hacer coincidir la más elevada velocidad y energía física que la idea les exige con el manejo de los tiempos y la mejor técnica, individual y colectiva, que el buen fútbol pide.
Luego están detalles particulares que ahuyentan los buenos resultados: errores individuales como los de Viera (segundo gol en Bogotá y el del caldas), el de Mera (segundo del Medellín); goles errados como los de Borja o impericias técnicas en el último pase; movimientos equivocados de algún defensor, en fin, todo lo que hace al sinnúmero de variables que hay en un partido de fútbol.
Hoy al Junior no se le ve bien en la tabla y en su juego en los dos últimos partidos, pero sus futbolistas parecen creer en la idea del técnico aún con las debilidades en este tramo inicial. Sus hinchas —impacientes por antonomasia— no parecen estar tan convencidos.