Desde el comienzo de la pandemia apareció un dicho como grito de esperanza: cuando volvamos a la normalidad. Hace un año se asomaba sólo la punta del iceberg. Era la parte con la que el gran público esperaba comportarse ante la irrupción de la enfermedad. Yo mismo pensé, voy a casa y en dos semanas estoy de vuelta en Bogotá. El desconocimiento del Covid 19, el ataque feroz a la tercera edad primero y después a todo ser humano viviente, la valentía de los servicios médicos para enfrentarla a diario, en una lucha de vivir o morir, sin conocer el virus y el aprendizaje con las luchas ganadas y perdidas ha sido el marco de la humanidad en los últimos doce meses. Ha pasado un año, ahora se ha comenzado a vacunar con datos nada coincidentes entre una vacuna y la otra. Mientras tanto, he vuelto a acordarme de la frase sobre la vuelta a la normalidad.

Pero, me pregunto sobre lo que sería hoy la normalidad. El deporte, por ejemplo, ha cambiado paradigmas tratando de reinventarse y nos hemos ido acostumbrarnos a ver los eventos sin público y por televisión.

El fútbol, el béisbol, el baloncesto, el fútbol americano de la NFL, el ciclismo, los circuitos de tenis, los de golf se han sacado adelante, sin aficionados en las gradas, gracias a la tenacidad de la dirigencia de cada deporte, la apuesta de los patrocinadores y el reto al miedo por parte de los deportistas.

Los medios de comunicación históricamente constituidos, se convirtieron nuevamente en vitales por encima de las redes sociales, ese amasijo de desorientación y diatriba, llenas de noticias falsas.

Esa tenacidad de la dirigencia deportiva y de los deportistas y esa responsabilidad de los medios de comunicación tradicionales, nos están mostrando, de momento, “la nueva normalidad”.

Torneos cortos, menos juegos, una sola sede, formatos más rápidos, vuelos chárter, concentración con habitaciones individuales, alimentación por tandas, para mayor amplitud, hisopados, exámenes de sangre, aislamiento ante cualquier síntoma, entrenamientos con distanciamiento social, el uso permanente de los barbijos que ya se volvieron preferidos del mundo publicitario por encima de las gorras tradicionales, se han convertido en el marco de referencia de “la nueva normalidad”.

Y no sólo del deporte. El mundo terminó por globalizarse en cada casa, en cada cuarto, de la masa trabajadora que ahora, no necesita ir a una oficina, ni viajar tantos kilómetros, para hacer funcionar una empresa y lograr resultados normales o mayores a las expectativas.

Había que reinventarse dijo alguien y el mundo se ha ido reinventando a diario. Y vuelvo a preguntarme por “la nueva normalidad”. Tenemos un bosquejo de lo que podría ser viviendo este presente lleno de sobresaltos. Apenas la estamos construyendo. Falta el producto final que será después de vencer al virus. De momento es un propósito. Es posible que la realidad este todavía lejana, pero hay que seguir luchando sin bajar los brazos, sin claudicar…