
Hacia una cultura del uso eficiente de la energía
Recientemente fueron presentados los Objetivos del Desarrollo Sostenible [ODS], en reemplazo de los Objetivos del Desarrollo del Milenio. Cuatro de estos proponen el uso eficiente de la energía: Objetivo 7, relacionado con el acceso a la energía sostenible y segura; Objetivo 11, relacionado con la aplicación de políticas urbanas de inclusión y sostenibilidad; Objetivo 12, por medio del cual se busca garantizar modalidades de consumo y protección sostenibles y finalmente; Objetivo 13, que busca que los gobiernos adopten medidas para combatir el cambio climático.
De diseñarse políticas públicas orientadas a fomentar el uso eficiente de la energía, se lograrían avances significativos en cada uno de estos cuatro objetivos. Un uso más eficiente liberaría cantidades de energía desperdiciada, incrementando la disponibilidad de la misma y el acceso a un mayor número de población.
Igualmente, haría más sostenible el consumo en general, en la medida que se optimizarían los recursos escasos para producirla y los esfuerzos acumulados de millones de individuos lograrían reducir los efectos negativos sobre el cambio climático, resultando en territorios sostenibles ambientalmente y comunidades más conscientes.
En Barranquilla existen iniciativas exitosas que propenden por el establecimiento de comunidades sostenibles y que pueden convertirse en políticas públicas. En la Universidad del Norte se diseñó, con la financiación de esta institución y Colciencias, el programa de formación educativa “Giraverde: 180° de diverciencia”. Su objetivo es la educación energética y ambiental mediante la edumática y otros elementos innovadores para la formación, mediados por currículos aplicados y proyectos de aula. El propósito es que el cambio de conceptos y conductas en niños y jóvenes se refleje inicialmente en sus entornos más cercanos, como la familia, la escuela, y la sociedad.
Evaluaciones realizadas en el marco de Giraverde en colegios de Barranquilla muestran que los jóvenes son altamente receptivos de la información y formación energético-ambiental recibida. Modifican hábitos individuales de consumo de energía e inducen a sus padres a imitarlos, señalando a estos que acciones individuales tienen efecto en el consumo del hogar (reduce gastos por consumo de energía eléctrica) y un efecto global (reduce la emisión de contaminación).
En síntesis, una política pública de formación educativa en los ciudadanos puede resultar en consumo de energía responsable y eficiente, sin sacrificar en absoluto su comodidad. Solo transformando conductas y hábitos en las viviendas, estudio y lugar de trabajo, podríamos cumplir exitosamente con las metas de cuatro objetivos del desarrollo sostenible propuesto para los próximos 15 años.
*Profesor del IEEC, Uninorte.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad exclusiva de los autores y no comprometen la posición de la Universidad ni de EL HERALDO.
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