Mil inversores europeos y latinoamericanos se reunieron en Chile, a finales de este último enero, en la primera Cumbre de la Celac con la Unión Europea. América Latina, con su economía en alza, frente a una Europa en interminable crisis, que permitió al anfitrión, el presidente chileno, Piñera, frente a los jefes de Estado y 60 países de los dos continentes palabras de orgullo y condescendencia: “Hemos logrado que Latinoamérica y Europa dialoguen mirándose a los ojos frente a frente (…)”.

Piñera, como presidente pro témpore de la Celac, cede el cargo al nuevo elegido para el próximo año, el presidente cubano Raúl Castro. Y, aquí está el detalle:

José Miguel Vivanco, de Human Rights Watch, ha puesto el grito en el cielo porque “los gobiernos que se han autoimpuesto obligaciones democráticas para asistir a estos foros han nombrado al dictador de Cuba como líder de la Celac”. Aunque no le falte razón al señor Vivanco y lo exasperen los hermanísimos presidentes de Cuba, sí tendría que pensar en las circunstancias actuales del mundo, el nuestro americano y el resto, donde la historia reciente contemporánea nos muestra tantas situaciones de tantos gobernantes que han hecho la vista gorda sobre violaciones de derechos humanos y libertades. Y han utilizado para medir, según las circunstancias, distintos raseros en proporción directa del interés económico y estratégico. ¿Recuerdan a Gadafi? Y Siria. Siempre las circunstancias, ellas son, como diría Ortega y Gasset, las que determinan las actuaciones del momento.

Yo me consuelo con haber visto la risa de la bloguera opositora Yoani, pasaporte en mano, en el aeropuerto de La Habana para salir volando. ¡Feliz viaje!

Por Emilia Sáez de Ibarra