
El remedio no puede ser peor que la enfermedad
El paciente de 45 años llegó al hospital con un cuadro febril. Pásenlo y pónganle una dipirona, dijo el médico interno, que solo había empezado su práctica médica hacía unos pocos días. El paciente se sintió mejor y después de que le formularlaran unos antibióticos fue dado de alta. Tiene una virosis, y ya está bien, confirmó el doctor. Pero, regresó dos veces más a urgencias, y repetidamente recibió su dipirona. Quince días después fue diagnosticado con una aplasia medular, enfermedad secundaria a la aplicación de la dipirona. Requirió de manejo por hematología y aun cuando recibió un trasplante de médula ósea, falleció de una neumonía. Con frecuencia, y sin medir las consecuencias, muchas personas son medicadas, por médicos, farmaceutas, dependientes de farmacia, amigos, y por él mismo, para tratar de salir rápido de sus dolencias. Según un estudio reciente, un alto porcentaje de las formulaciones de medicamentos no tienen ningún significado ni ningún impacto sobre la enfermedad de los pacientes, otras producen su mejoría, y, desafortunadamente, una proporción de ellas deja daños en el organismo de tipo irreversible o fatal. Si a esto se le agrega la creencia de que los productos naturales no hacen daño, las consecuencias son mayores, sin sumar el tiempo perdido o el enmascaramiento de una enfermedad potencialmente curable. En medio de las dificultades anotadas, está el paciente que, por las diferentes fallas del sistema de salud, no consigue una cita médica con medicina general o especializada, órdenes de laboratorio, imágenes y mucho menos estudios especiales. Ciegos por cataratas, tumores que se vuelven intratables por la dilatación de la atención, infartos por falta de estudios cardiovasculares, desórdenes digestivos por falta de una endoscopia, infecciones de evolución grave, septicemias, meningitis, etc. A las fallas y secuelas dejadas por la falta de atención oportuna de los pacientes está el manejo inadecuado de los mismos.
Soluciones: mejorar el sistema, cuya responsabilidad mayor la tienen las autoridades competentes, de donde la tan cacareada reforma nunca llegó. De parte de los pacientes, para contribuir en la solución, existe la responsabilidad de no ocultar nada, y mostrar sus antecedentes a anteriores tratamientos, alergias o reacciones secundarias o tóxicas. Para los médicos es importante actuar con responsabilidad, idoneidad y conciencia de que así como podemos mejorar a los pacientes también podemos hacerles daño, aunque en ocasiones esto es inevitable, por las reacciones propias de cada paciente. Así como todos queremos la paz, también deseamos que la forma como se haga asegure en su máximo grado que sus efectos no sean peores. Similar con los enfermos, queremos su mejoría, pero sin hacer daños peores que la propia enfermedad.
alvillan@gmail.com
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