En días pasados vi una foto de Noam Chomsky –filósofo, lingüista, contestatario– acompañada de un titular que hacía referencia a un concepto suyo con respecto a que la humanidad atravesaba por su peor momento en todos los niveles en que se puede concebir al ser humano. Pero me resistí a leer el contenido para no deprimirme con esas verdades contundentes que nos arroja el maestro a la cara para hacernos conscientes de lo que somos como seres humanos. Es un pensador que obliga a pensar, tanto es así que, durante muchos años, ha resultado muy incómodo para los Estados Unidos, donde vive, como analítico y crítico de sus sistemas de vida y políticas internas y externas. No un crítico a ultranza, como esos francotiradores que le disparan a todo, sino con una postura científica y la actitud filosófica de pensar en lo mejor para los demás, lo cual conlleva a que sus análisis se puedan extrapolar a otros sistemas sociales, con igual sentido crítico.

Pero uno se queda con la espina clavada, porque cuando un humanista de esta talla suelta estas estocadas, con toda seguridad se trata de una reflexión de mucho tiempo y argumentos alrededor del tema. Y, bueno, toca la pensadera porque es una verdad de a puño el estado de descomposición en que se encuentran el ser humano y las sociedades, de lo cual soy testigo por estar en relación con el estudio de la mente y el comportamiento humano.

Un neurocientífico americano llamado Paul MacLean planteó que el cerebro humano es, desde el punto de vista evolutivo, la superposición de 3 cerebros que evolucionaron desde lo más primitivo: el tallo cerebral y el cerebelo equivalen al cerebro reptiliano; el sistema límbico o cerebro emocional equivale al cerebro mamífero; y la corteza cerebral al protohomínido. Hasta ahí somos absolutamente animales. La diferencia con el cerebro del humano es que este tiene un cuarto cerebro que se llama la neocorteza, el cerebro de las funciones mentales superiores y el conocimiento. Es el cerebro del homo sapiens sapiens, el hombre que sabe que sabe. Somos ¾ animales y ¼ racionales.

¿Será esta desproporción biológica la causante del deterioro de la humanidad a los niveles que titula el pedagogo? Si esto es así, ¿cuál es el futuro que le espera a la humanidad como causante de su propio mal?

El proceso evolutivo se da en la interacción entre el cerebro y el cuerpo con el medio ambiente, la vida a su alrededor, de tal forma que el uno y el otro se transforman mutuamente de manera permanente en un intercambio que debería favorecer la existencia. La evolución deja las cosas hasta ahí, el ser humano es quien toma las riendas en adelante para darle continuidad a su deriva natural sobre la Tierra. Es nuestra decisión el camino que tomemos, nadie está exento de esta decisión: la autodestrucción individual y social versus la creación de una vida digna que valga la pena ser vivida.

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