El Heraldo

El penúltimo viaje

La desinformación es cosa de todos los días y tema de análisis recurrente en las escuelas y facultades de periodismo. Sabemos que los hechos ocurren una sola vez y que apenas nos quedan las versiones sobre esos hechos. Aprovecho un ejemplo: ni siquiera leyendo todas las informaciones puede uno reconstruir la verdadera historia de lo ocurrido el miércoles pasado durante un vuelo de Lacsa (¿o de Avianca?) entre Bogotá y San José de Costa Rica.

Lo esencial: un hombre de mediana edad fue hallado muerto en uno de los baños de un avión que terminaba en San José un vuelo desde Bogotá.

Se sabe que el vuelo Bogotá-San José dura por lo menos tres horas y que en Costa Rica rige una hora menos que en Colombia. ¿Cómo se explica entonces lo que se dice: que el avión salió de Bogotá a las 8 a.m. y llegó a San José a las 9:05 a.m.? ¿Apenas en una o dos horas?

Tampoco se estableció si el avión era de Avianca, si era su vuelo 690 (como escribieron primero) o el 697 pero operado por Lacsa, como informó la primera aerolínea. Si fue así, sería falso (o grabado en otra ocasión) el video que muestra a un grupo de hombres bajando de un avión de Avianca el costal hermético en el que vendría el cadáver.

Hasta ahora parece haberse comprobado que el muerto era un ciudadano rumano, no de unos 47, como se dijo, sino de 53 años, cuyo nombre, Costel Cumana, coincidía con el de uno de los más poderosos magnates de su país. La revista Forbes de 2011 lo habría alineado entre los 500 más ricos del mundo por sus prósperos negocios ferroviarios.

Cumana vendría en el avión con su hija o con su mujer o con no se sabe quién, pero alguien innombrado aseguró entre comillas que ella “lo había notado nervioso e inquieto en un momento, luego él se dirigió al baño, donde el servicio del avión lo encontró muerto”.

Al principio, distintas fuentes afirmaron que el cadáver de Costel Cumana había sido hallado por esa mujer, por otro pasajero o por un tripulante. Y una de ellas sostuvo que, preocupada por su ausencia, fue la mujer quien tocó la puerta del baño y quien la hizo forzar después por el tripulante.

No sabemos aún, a ciencia cierta, si Cumana murió de un infarto, si lo mataron o si se suicidó. De cierta información se desprende que se habría quitado la vida, ahorcándose en la puerta del servicio sanitario. Alguien que nos explique cómo fue esto posible. Ustedes, que han estado en lugar similar, compartirán mi curiosidad. También se añadió, libremente, que el rumano transportaba algún alcaloide en su cuerpo, lo que le habría generado un fuerte dolor que lo llevó a tomar la decisión de suicidarse, ahorcándose ¡con los cordones de sus zapatos!

Ya no sé qué creer. Por estos días leí que Costel Cumana se encontraba huyendo de la justicia de su país por problemas de corrupción y sobornos; que venía en verdad de Brasilia y que Bogotá habría sido apenas una escala en su viaje. Se asegura que unos periodistas rumanos lo habrían localizado fugitivo en Brasil hace una semana. También que decidió dejar Brasilia para evitar ser capturado y que, hasta ahora, nadie en Costa Rica ha dicho por dónde salió de allí. Habrá que averiguar toda la historia y recontarla.


 

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