Por siempre aquí: Ernesto, Olguita, Carlos, José, Mañe, Villarrreal, Tito, Paccini, Sánchez.
Sin la más mínima intento de disimularlo, hoy esta columna va cargada de sentimientos y emociones, de los cuales soy protagonista. Lo admito con humildad, pero también con orgullo, porque, que mi periódico haya cumplido ya 80 años se convierte en mezcla de recuerdos y nostalgia; alegrías y anécdotas; éxitos y lecciones, pero además, en la oportunidad para honrar el legado y reiterar eterno agradecimiento a quienes ya no están. Haber empezado a trabajar como reportera en EL HERALDO, cuando todavía no tenía cédula (Puccini me retuvo la primera quincena hasta que la tramité) y apenas arrancaba estudios en la Autónoma y ahora, poder escribir ClaroClarito, lo atribuyo, no a un golpe de suerte, sino a la conjugación de asumir retos, ponerles dedicación y saber aprender de quienes creyeron en mí y me pulieron mi innata vocación.
Han transcurrido 8 décadas, desde aquel sábado 28 de octubre de 1933 y este diario sigue al frente de su compromiso permanente de crear Región Caribe, hacer memoria colectiva, iluminar el porvenir de todos nosotros como un faro-guía. Por eso, agradezco infinitamente el gran privilegio de haber iniciado esta labor en la sede de la Calle Ancha, entre Progreso y la Paz, en medio del ruido incesante de los teletipos y el olor del plomo formando las galeras y después pasar a la era de las ágiles rotativas y la moderna sala de redacción. Arranqué con una Remington de teclas duras, acomodada en un escritorio de madera y luego me acostumbré a estos sonidos cibernéticos de los sofisticados computares y a la fina línea de un mueble minimalista. Muté de hacer entrevistas con grabadora, a ser columnista de equipo extraplano y sofisticado; de mandarle el escrito a Maruja Abello, para que lo transcribieran, a solo tener que clickear para que en segundos le llegue el contenido a nuestra querida y diligente Anita González. Pero lo mejor es cerrar los ojos y recrear que de niña EL HERALDO era ese sonido de alborada que me llegaba de la calle, que después se convirtió en mi frenético trabajo y esa necesidad de buscarlo ávidamente, en puestos de venta en otras ciudades, cuando me tocaba viajar. Por estos tiempos lo disfrutarlo a lo largo de todo el día, cada vez que se me actualizan los trinos o antes de la medianoche y experimento el déjà vu que es meterse en su sitio web y como si no fuera suficiente, releerlo, a la mañana siguiente.
Rindo homenaje a esta historia empresarial y periodística, que en este momento está más consolidada que nunca, al fundador que fue Juan B. Fernández O., a su hijo, nuestro siempre Director, Juan B. Fernández R., quien hace ya 14 años me preguntó: ¿Será que te atreves a escribir una columna? Y le “cogí el trompo en la uña”, como decía cada vez que nos ponía una tarea. En el nuevo milenio, productos y servicios innovadores, hacen parte de lo que El HERALDO nos da al Caribe y a Colombia, bajo renovadas directrices administrativas y dirigido por Marco Schwartz Rodacki, con su acumulada experiencia y esa esencia Caribe- a pesar de europeos apellidos y su cara de querubín nórdico. Estoy orgullosa de haber nacido periodísticamente aquí y de continuar en este Acto de Buena Fe. EL HERALDO en muestro futuro, seguirá siendo- con sus 80 años- una necesidad diaria, un símbolo y líder natural.
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@mabelmpclarito