Dasso Saldívar, quien estuvo hace poco en Barranquilla invitado por el Carnaval Internacional de las Artes, era hacia 1970, en Medellín, un estudiante de bachillerato que se resistía a leer novelas (el género le resultaba farragoso, así que lo suyo era la poesía), hasta que un buen día un compañero de clases puso en sus manos los fierros mágicos de Cien años de soledad y quedó tan atrapado por su magnetismo que, al cabo de un tiempo, no pudo seguir viviendo sin saber cómo diablos fue que semejante novela pudo haber sido escrita.

Quería conocer, desde su instante seminal, todo el proceso que había desembocado en la creación de esta obra. Pero como en ninguna parte se contaba o se explicaba eso, decidió dedicarse a averiguarlo. La empresa le tomó 20 años de fatigas y, generoso, compartió el resultado con los lectores en 1998: García Márquez: El viaje a la semilla.

Es un libro fascinante de casi 600 páginas (reeditado el año pasado por Planeta); y lo es no sólo por el encanto narrativo del texto, la minuciosidad de los datos, la referencia precisa a las muchas fuentes, las glosas crítico-literarias, la contextualización histórico-geográfica de los hechos y los lugares, sino …¡porque la historia que cuenta es distinta a la que cuentan otras biografías de García Márquez!

En general, ése es un atractivo propio de las biografías de García Márquez: en cada una el cuento es distinto. Así, al no ser exactamente repetitivas, salvo en las líneas gruesas, el lector no se aburre leyéndolas. La razón es que, hasta Cien años de soledad, la vida de su autor está poco documentada y su reconstrucción ha dependido, en buena parte, de cómo la recordaban (o recuerdan) el propio biografiado, sus familiares, amigos y allegados. En especial, el propio biografiado era proclive a recordarla de distintas formas, dando lugar así a varias versiones diferentes de los mismos episodios, incluso de algunos que se estiman cruciales, como el del viaje que hizo con su madre a Aracataca para vender la casa de los abuelos y el relativo al comienzo de la escritura de Cien años de soledad. En el caso de este último, por ejemplo, la biografía de Saldívar es la primera en rectificar la famosa versión según la cual el novelista, tan pronto como regresó a Ciudad de México tras el viaje de vacaciones con su familia a Acapulco en el que tuvo la epifanía del tono de la novela, se encerró de inmediato en su estudio a escribirla y no salió de allí hasta terminarla. No: empezó a escribirla mientras seguía laborando como guionista y publicista y, sólo al cabo de meses, el encierro sí fue absoluto.

Pero Saldívar es consciente, y lo ha dicho, de que toda biografía es provisional e infinita, pues su información es siempre susceptible de enmendarse. De hecho, me contó que contempla publicar una nueva versión ampliada y corregida de su García Márquez: El viaje a la semilla. ¿Hallará alguna vez la vida que de verdad éste vivió, más allá de la recordada?

@JoacoMattosOmar