
¡Démosle un chance a la paz!
Cuando Carlos Fuente (+) escribió el prólogo de La Tercera Ola, de Alvin Toffler, en 1980, dijo: “En una época en que los terroristas practican juegos de muerte con rehenes; cuando las monedas se desploman entre rumores de una Tercera Guerra Mundial, arden las embajadas y tropas de asalto bollan el suelo de numerosos países, nosotros contemplamos, horrorizados, los titulares de los periódicos. El precio del oro —ese sensible barómetro del miedo— bate todos los récords. Tiemblan los bancos. La inflación se dispara, incontrolada. Y los gobiernos del mundo quedan reducidos a la parálisis o la imbecilidad”, predijeron ambos lo que estamos viviendo hoy, 30 años después. Así que nada es nuevo en la situación caótica, inequitativa y violenta que vivimos, pero la tercera ola ya comenzó con la primavera árabe, los indignados del mundo y, cómo no, con la elección como papa de Francisco, un hombre sencillo, cristiano esencial y buscador de la paz.
Y hablando de paz en Colombia, las palabras de despedida del Obispo Nel Beltrán son sabiduría pura y a ellas deberían ajustarse aquellos que van a Dios rogando y con el mazo dando: “Juéguensela por los diálogos, se la jugaron ocho años por la guerra con Uribe, juéguensela un año y medio por la paz con Santos”. Imposible expresar mejor lo que debemos hacer todos los colombianos, porque la paz es lo único que nos permitirá vivir como seres humanos y detener esta carnicería inútil, canalla.
La paz, o mejor, la dejación de las armas como instrumento sanador, bien vale la pena, así sea imperfecta, deje huecos y no sean reparadas las víctimas en su totalidad. De lo que se firme en La Habana, que será apenas el comienzo, depende que los niños y niñas que todavía no conocen la guerra crezcan sin miedo, que quienes perdieron familiares alcancen resiliencia y logren construir un proyecto de vida sin la banda sonora de las balas, que los insurgentes de todo pelaje se reintegren a la vida civil, que las fuerzas armadas no sigan muriendo en nombre de la ceguera de los dirigentes, que las violaciones y secuestro de niñas y mujeres dejemos de ser usadas como arma de terror y que todos podamos realizar nuestros sueños.
¿Acaso todo esto no merece nuestro apoyo, si bien sabemos que el origen del plomo es la desigualdad extrema, la corrupción y la inequidad?
Tanto el Papa Francisco como el Obispo Nel Beltrán nos están diciendo que la concordia, la tolerancia, el respeto, la humildad, deben ser virtudes practicadas con vehemencia por toda persona, y lo subrayo para los católicos, mayoría en Colombia en todos los niveles, que han venido vociferando por la tierra arrasada, negando su responsabilidad directa e indirecta en el conflicto y no parecen aún ahítos de sangre. A todos ellos les imploro, ¡démosle un chance a la paz! ¿Es mucho pedir? No lo creo, porque miro la historia reciente y no existe vivo ningún colombiano que pueda decirme cómo es que es eso, y entonces, me aferro a La Habana.
Por Lola Salcedo C.
@losalcas
losalcas@hotmail.com
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