Colombia, uno de los países más complejos no solo de América Latina sino probablemente del mundo en desarrollo, está escribiendo una página negra de su historia por culpa de los políticos.

De ese sector para el cual los límites no existen; la Patria, así se pongan la mano en el pecho cuando la nombran, está en el piso de sus verdaderas prioridades que claramente se limitan a dominar el poder a toda costa. Cómo será de grave la situación actual que es imposible un análisis sereno porque cada día, cada hora, es más grave el último acontecimiento cuando el anterior ya había escandalizado al país.

Queda en evidencia que será la ira del expresidente Gaviria, que no puede disimularla, como sí lo hizo cuando era presidente de Colombia, y el cinismo de expresidente Uribe, que sí era evidente durante su largo período de gobierno, los sentimiento que dominarán esta última semana de esta vergonzosa carrera por la primera magistratura del país.

Mientras tanto, más de la tercera parte de Colombia que sigue siendo pobre y ese 25% o 30% de clase media que lucha por vivir decentemente con ingresos relativamente precarios, endeudados hasta el alma, siguen sufriendo las consecuencias de tener unos líderes sumergidos en sus odios. Y lo peor, sin conocer la verdad y, más grave aún, con el temor de que el próximo acontecimiento avergüence más al país frente al mundo.

Este domingo, después de conocer desde anoche el video que prueba claramente cómo Zuluaga y su grupo le habían mentido al país, todos hemos estado a la expectativa de la reacción de Gaviria, enardecido, de Santos dueño aún del poder, así como de las explicaciones obvias que ha dado el expresidente Uribe y su delfín mientras Zuluaga tiene la actitud predecible de alguien a quien cogieron con las manos en la masa. Todos intuíamos que la reacción del uribismo con Z iba a ser que “ese video simplemente fue un ‘montaje’ del santismo”.

Pobre país, pobres nosotros todos y cada uno de los 47 millones de colombianos porque hoy, como en toda guerra, la gran perdedora es la verdad. Sin embargo, como toda crisis, esta encierra la gran oportunidad de acabar por fin con esta política perversa que se ha encargado de debilitar nuestra democracia, manchándola y llenándola de ambiciones non sanctas. Si la justicia de este país todavía funciona, se conocerá la verdad de esta campaña sucia y esa será la gota que llenará la copa de los millones de colombianos y colombianas decentes que querrán ver otros líderes, otros partidos.

Es una lástima que los otros candidatos no se vean como claras opciones o bien porque forman parte de ese combo contaminado o por las pobres experiencias de sus partidos cuando de ejecutar se trata. Lo que está viviendo el país no es solamente la situación de decidir entre la paz o la guerra sino una profunda crisis de liderazgo que mancha la imagen del país de una manera dolorosa. Es imposible prever lo que sucederá cuando este artículo sea publicado, pero la verdad es que el desconcierto de la ciudadanía estará llegando a niveles impensables.

Hasta los más informados no saben por quién votar y algunos ya anuncian públicamente su voto en blanco. Lo fundamental es que los ciudadanos salgan a votar para demostrar que esta democracia está viva. El voto en blanco expresa rechazo a esta forma absurda de liderar esta vieja e imperfecta democracia.

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