El Junior ha tenido un inicio titubeante en su funcionamiento, pero con números que lo hacen ver un poco mejor en la tabla. Su lugar en las estadísticas tiene de apoyo un vacilante andar futbolístico en el terreno de juego.
Después de 6 fechas aún no estabiliza la idea del técnico y tampoco le da regularidad a la capacidad y virtudes de los jugadores. Empates y triunfos engañosos (Águilas, Cali y Chicó); derrota inobjetable ante Envigado que cuatro días después fue vapuleado con 7 goles por Santa Fe; triunfo ante el Once Caldas y un esmerado empate frente a Unión Magdalena con 10 jugadores desde el minuto uno, han sido las luces y sombras que va reflejando su transitar en este primer tramo del torneo.
Estaba haciendo estas observaciones antes del partido de ayer contra Bucaramanga y después de este lo que tendría que cambiar es el 6 fechas por 7 fechas. Junior se muestra como un equipo disperso, con mucha distancia entre líneas que no le favorece para recuperar más rápido y tampoco para asociarse más veces, con más calidad.
Se ve vulnerable cuando lo atacan, pero también es capaz de crear jugadas de peligro apoyado en la capacidad de desequilibrio de sus atacantes, menos de lo que exige un equipo como Junior.
El reto de aquí en adelante, supongo, es incorporar esas virtudes a un mejor juego colectivo con y sin el balón. El jueves, frente al América por Copa pareciera un punto de partida inmejorable. Al menos su hinchada así lo espera.