Para entender mejor el errático comportamiento de Trump hay dos conceptos opuestos, en filosofía política, que pueden resultar muy útiles: tribalismo y cosmopolitismo. Cada persona hace parte de varios grupos, agrupados por círculos concéntricos: familia, etnia, ciudad, barrio, comunidad. Digamos yo soy Navarro, pero también soy barranquillera, colombiana, latinoamericana. Soy miembro de múltiples tribus. Y esta sensación de pertenencia se hace más intensa cuanto más pequeño es el círculo: por ejemplo, es más fácil y más urgente para mí la empatía que siento por mi madre que la que siento por el resto de las colombianas. De esta manera, los seres humanos tenemos un impulso natural hacia los sentimientos tribales, y para construir nuestra identidad necesitamos las categorías de los unos y los otros, por ejemplo ‘los costeños’ se definen por contraste a ‘los cachacos’.

El cosmopolitanismo no se construye desde esta sensación de pertenencia visceral, digamos que la respeta pero entiende que esas distinciones entre ‘unos’ y ‘otros’ no son tan marcadas, y que no es un juego de suma cero en donde si nosotros ganamos ellos pierden. En cambio lo que el cosmopolitanismo afirma es que la mejor manera de ganar es si ganamos todos. Esto se observa claramente en tratados como el acuerdo climático de París: cuando se reduce el impacto ambiental de un país, ganamos todos los países.

Parece que todas las personas tenemos una tendencia psicológica a ser más tribalistas o más cosmopolitanistas, y la mayoría de las personas se ubica en el medio, con tendencia a uno u otro. Sin embargo, las circunstancias importan, cuando una sociedad vive en una situación de miedo o ansiedad, todas las personas tienden un poco más hacia el tribalismo. Cuando la gente se siente segura y tranquila tiende al cosmopolitanismo.

El contexto político internacional actual muestra dos verdades evidentes: que Trump es un representante del tribalismo extremo, y que el tribalismo, como apela a las emociones viscerales, es muy efectivo para ganar votos. En Colombia tenemos nuestro propio tribalista extremo, Álvaro Uribe, y ya hemos visto cómo los discursos polarizantes solo ayudan a su causa política. Trump es un excelente recordatorio de las consecuencias de hacer política con las vísceras, y quizás para los colombianos es más importante ver y entender sus errores, después de todo está mucho más lejos en nuestros círculos de empatía. Que sus debacles políticos nos sirvan de advertencia para la decisión que nos espera en las elecciones de 2018.

@Catalinapordios