Aprender a vivir en soledad con uno mismo es un verdadero arte ya que social y culturalmente hemos sido educados para estar acompañados. El ideal es tener muchos amigos, ser condescendiente, tener muchas llaverías...

Se nace solo, se va al baño solo, ni qué decir de las idas al médico, las sacadas de muelas y muchísimas otras actividades en solitario. Cuando éramos niños no teníamos ningún problema en jugar solos, con nuestros juguetes. Biológicamente pasamos por etapas en las que nuestra supervivencia depende de otros y con el paso del tiempo tratamos de crear nuevos lazos para protegernos en el futuro. Además, hoy la información circula a una gran velocidad y estamos más interconectados que en ningún otro tiempo, pero paradójicamente, a veces más solos que nunca. De ahí el ansia por satisfacer ese vacío que el aislamiento produce, corriendo a encontrar amigos, parejas y actividades online, que pueden ser perjudiciales y hasta peligrosas porque nos podemos topar con ballenas azules, viejos verdes e impostores de cualquier calaña.

Los médicos saben, desde hace tiempo, que la soledad no es buena para la salud mental y física, ya que se relaciona con patologías como la depresión, el estrés, la ansiedad y la falta de autoestima. Comúnmente, esta se identifica como negativa y perjudicial, asociándose de paso con la tristeza y desesperación.

En la actualidad, el número de personas que viven aisladas está creciendo en todo el mundo. Muchos son ancianos que se han quedado solos después de la muerte de sus parejas o cuando sus familias se han mudado a otros lugares y se olvidan de ellos. Triste realidad.

En ocasiones, la tenencia de una mascota, sea perro, gato, loro o cualquier otra, el cariño desinteresado que dan alivia ese vacío existencial que a medida que crecemos en madurez nos acecha con pasos agigantados.

La otra cara de la moneda muestra la faceta positiva que tiene la soledad: el aprender a convivir con uno mismo, a disfrutar de la única compañía del yo, es un ejercicio para conocerse como persona que nos aporta fortaleza, autoestima y enseña a respetarnos a nosotros mismos. El uso de la mente de manera creativa, ocupándola en pensamientos estimulantes influye para estar satisfechos con uno mismo para así disfrutar los momentos de nuestra única y exclusiva compañía, a tratar de comprender con curiosidad y paciencia nuestro mundo interior.

Hace tiempo que las investigaciones en torno a la soledad son contundentes: tener amigos, mantener una vida familiar activa y disfrutar de una pareja contribuyen con nuestra felicidad.

La canción de Palito Ortega Hola, soledad, inmortalizada en la voz de Rolando Laserie, no hace más que recordarnos que con mucha frecuencia la soledad es el amigo de siempre para charlar… Y como dice el novelista británico Joseph Conrad: “Vivimos como soñamos, solos”.

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