Las elecciones que acaban de celebrarse esta semana en Holanda tenían el tinte de unas primarias en Europa. Estaba a prueba para el Continente la medición de fuerzas entre la extrema derecha xenófoba y populista y las agrupaciones políticas moderadas, en un año en que habrá elecciones en Francia y Alemania y tal vez Italia, en una región en la que la migración musulmana y los resultados del brexit británico y la elección de Trump han entrado a hacer parte de la agenda política.
A diferencia de lo ocurrido en EEUU con la victoria de Donald Trump y los anti -Unión Europea en Reino Unido, al final del día los holandeses enviaron un mensaje claro al resto del continente: no a la aventura de Geert Wilders, el candidato racista y antieuropeísta que llegó a meter susto por sus posturas contra los musulmanes y la integración. En el país de los tulipanes viven alrededor de un millón de musulmanes a los que el derrotado señala de estar acabando con las costumbres holandesas.
De ahí el júbilo de Alemania, Francia y la Comisión Europea cuando conocieron que el primer ministro Mark Rutte, del partido liberal de derecha, había mantenido el poder, entre otras razones por la firmeza que demostró antes de las elecciones frente a la presión del gobierno turco de Recep Tayyip Erdogan para hacer un mitin en La Haya con los expatriados a los que pretende persuadir para que apoyen un referéndum que lo favorece. La posibilidad de un triunfo de Wilders impulsó a los holandeses a subir su participación en las urnas a un 82%.
Las aguas vuelven a la normalidad en los canales de las ciudades holandesas con las 33 curules del partido de Rutte que para poder gobernar necesita una coalición de 76 –la mitad más 1 de las 150 asientos– a la que estarían dispuestos a pertenecer los cristianos demócratas, los liberales de izquierda –proeuropeos– y ecologistas para quienes estar en la UE es sinónimo de paz y seguridad.
Quienes han analizado el fenómeno de Geert Wilders –un melenudo de pelo oxigenado con aspecto de ejecutivo de Wall Street y cuyo Partido de la Libertad logró 20 escaños– no dejan de llamar la atención sobre el hecho de que en las últimas décadas la política de ese país ha visto debilitarse a sus principales fuerzas de centro, derecha e izquierda, que de un 80% del electorado hace 30 años han pasado a tener apenas un 40% este año, algo que se ve en el resto de Europa. En España, por ejemplo, esa fractura y volatilidad pusieron en interinidad al gobierno de Mariano Rajoy por muchos meses.
El auge de figuras como Geert Wilders parecería ser una muestra más del auge del desencanto de los votantes con los partidos políticos en todo el mundo y de su disposición a comprar el discurso de los apóstoles de la postverdad que más que argumentos mueven sentimientos. Pero esta vez no fue.