Lo escribo castellanizado porque, aun cuando tiene la misma intención emocional del vocablo en inglés Ok, todo bien, el sabor cambia según el país donde se origina. En Caribanía tiene una etimología que parte de la asimilación cultural de esa expresión del inglés, en especial el gringo, que nos llegó a través del cine y la televisión. Cuando lo asimilábamos, éramos conscientes de su significado único: todo está bacano, no hay preocupación de nada.
En la cultura norteamericana, uno de los principales difusores de la expresión, se le atribuyen muchas orígenes de diverso género, desde la Guerra de Secesión, por ejemplo, cuando regresaban las tropas a sus cuarteles sin tener ninguna baja y escribían en la pizarra “0 killed”, cero muertos –cero también se puede decir “ou”– y se abreviaba Ok; hasta las iniciales de Otto Kaiser, el jefe de control de calidad de la Ford Motor Co., la de don Henry, todo vehículo que pasaba la inspección llevaba sus iniciales; pasando por la famosa balacera del corral OK en el que se dieron plomo los hermanos Earp contra la banda de los McLaury.
De todas esas versiones no falta la política, en una versión que hace referencia a un Club OK que respaldaba la reelección del presidente estadounidense Martin Van Buren, a quien apodaban Old Kinderhook por haber nacido en Kinderhook, en el Estado de Nueva York. Se dice que Ok significaba que simpatizaban con el Club OK y lo que eso implicaba para la candidatura. Octavo presidente de USA y el primero de origen no británico sino neerlandés, y primer presidente hijo de inmigrantes que nació como ciudadano estadounidense en el Estado de Nueva York.
Sus antecedentes migratorios son parecidos a los del actual presidente de esa nación, Donald Trump, aunque con este último las cosas no pintan ‘oquei’. Y trato de entender por qué. Lo que molesta de su actitud xenofóbica es que niega sus orígenes ilegales en el proceso de inmigración de su familia, ya que el padre mintió al decir que no eran de origen alemán (Drumpf) sino sueco, y el apellido se transformó al actual. Tan ilegal como cualquier espalda mojada. Hace a diario unas demostraciones tan groseras, como intentar sacar el español de la cultura gringa, que uno no puede esperar buenos anuncios de su gobierno para nuestro país.
Tiene el lapicero on fire eliminando acuerdos económicos o políticos con la intención de “recuperar el espíritu fuerte de Norteamérica”, al estilo de eliminar la competencia. Ya dijo que iba a revisar el acuerdo de paz de los colombianos. No me queda la más mínima duda de su intervención en este sentido, lo cual puede resultar en una confrontación bien seria con la realidad que estamos creando en medio de todas las dificultades. No necesitamos ese palo en la rueda de la paz.
Tocará a nuestro presidente revisar el significado de su ‘oquei’ a la hora de sentarse a hablar con el señor Trump, porque su ok es diferente.
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