Esta ha sido la palabra de moda en los Estados Unidos durante toda la semana pasada y tiene enredado, ojalá hasta el fondo sin abismo del debacle presidencial norteamericano, a Donald Trump.

Buscando su origen etimológico en el diccionario Merriam-Webster, podemos leer que es un vocablo que se remonta al año 1699, de origen germánico o escandinavo y que designa un bolso pequeño y transportable fácilmente. También puede ser un gato o una persona cobarde, o sea un ‘afeminado’ si es hombre.

Y esa simple palabrita tiene en la cuerda floja a un candidato presidencial por una conversación que trató de minimizar como rutinaria entre hombres. Y es allí, precisamente, donde radica el problema. El problema es lo que implica que agarrar esa parte del cuerpo femenino sin permiso, sea un chiste o más bien una prerrogativa masculina.

El problema no es decir “pussy”, el problema es que las mujeres ya se cansaron de ser “pussies” y los homosexuales de ser ‘maricas’ o las lesbianas de ser ‘marimachos’, y de allí en adelante todas las designaciones para hablar de las diferentes identidades de género que se han multiplicado y problematizado en la esfera pública hasta hacer tambalear, inclusive un plebiscito que se demonizó con la dizque “ideología de género”.

Una de las defensoras de Trump le dice a una ex defensora de Trump por CNN: “¡Deja de decir esa palabra, que mis hijos están viendo este programa!” Y la otra le contesta: “¿Me dices a mí que deje de decir eso cuando ese tipo fue quien la usó para denigrar a las mujeres?”. Yo creo que el dilema no es moral. Lo que sí nos debe importar es que “pussy” es una palabra que apunta a que el cuerpo de la mujer es un objeto para ser apropiado.

La palabra “queer” se usaba hasta hace poco para denigrar a quien no jugara bien dentro de la heteronorma social hombre-mujer. Por lo mismo fue re-significada y apropiada, para designar una forma de estudios académicos críticos de la sociedad contemporánea, los estudios “queer”.

En estos días ya varias feministas han utilizado la palabra mal intencionada para eslóganes de orgullo por el cuerpo que solo a nosotras pertenece. Dos ejemplos simples que el lector de esta columna puede buscar en internet: “Pussies against Trump: You can’t grab this!” o una canción super pegajosa que se llama: Pussy grabs back. Juzguen por ustedes mismos.