En los días antes del encuentro internacional de fútbol entre Venezuela y Colombia, tuvimos la grata oportunidad de saludar en Barranquilla a nuestro viejo amigo y compañero de faenas deportivas Hugo Illera, quien vino a su ciudad para transmitir el partido en mención. Hugo vino acompañado de dos periodistas del género femenino; una de ellas de apellido Salazar, alta y hermosa. Ahora mismo es la principal comentarista de fútbol para una emisora en Bogotá.
Ella nos contó un poco divertidamente que en nuestra ciudad hay un señor que invariablemente llama por teléfono a cuanto periodista deportivo omite el nombre de Roberto Meléndez para el estadio barranquillero. Les dice telefónicamente “señor o señorita el estadio tiene su nombre y es el de Roberto Meléndez”.
Nos encantaría sobremanera conocer y saludar a ese barranquillero que se toma la molestia de aclararles lo indicado en esta crónica a cuantos periodistas no quieren mencionar a quien fuera uno de los más grandes jugadores que ha dado este país. Siempre he tenido la impresión que todos aquellos que incurren en la omisión indicada, no son barranquilleros, no de otra manera puede explicarse la omisión que hemos señalado.
Barranquilla tiene el honor y el prestigio de haber acabado con los nombres civiqueros que la ciudad le tenía asignado a sus estadios, reemplazando sus nombres por el de los mejores deportistas que en todos los tiempos ha tenido Barranquilla.
Nos cabe el orgullo de haber sido gestor de esa modificación y algo todavía más que nos complace, en algunos países del área continental, ya se está procediendo en igual medida a la barranquillera: reemplazar fechas en sus estadios para rebautizarlos con nombres esclarecidos de sus deportes. Esto en sí mismo constituye un timbre de honor para los barranquilleros.