Circula por internet una entrevista que el entonces presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, concediera a Manuel Cabieses Donoso, director de una revista chilena. En ella Chávez expuso sus ideas acerca del socialismo del siglo XXI, al que consideraba “un asunto de conciencia”, una especie de estado de lucidez. Tras años de perseguir “una transformación política, social, económica y cultural inspirada en el planteamiento de Bolívar”, Chávez llegó a la conclusión de que “el único camino para salir de la pobreza es el socialismo”. Pero el tiempo hace justicia. Ni el excepcional instinto de montuno del que Chávez se sentía tan orgulloso le hizo sospechar que las palabras que utilizó para enmarcar el nacimiento de un proyecto tan ambicioso como quimérico, años después resultaría siendo casi su epitafio: el único camino para salir de la riqueza es el socialismo.

Basta haber visto a los miles de venezolanos que el pasado domingo brincaron la impalpable línea fronteriza en la búsqueda de aquello que escasea en Venezuela, para saber que el modelo de socialismo del siglo XXI está tan muerto como su entusiasta propulsor. Tan pronto una deferencia humanitaria permitió el tránsito libre entre ambos países, una multitud entró a Colombia a reabastecerse de alimentos, medicinas y un elemento cuya carencia puede llegar a producir una zozobra insospechada, el papel higiénico. Fue una patética puesta en escena del fracaso de las teorías sobre las que Chávez edificó la Revolución Bolivariana, llevada a cabo por el pueblo. El pueblo al que tiempo atrás –manipulado por la ciega seducción que producen los caudillos– el controvertido comandante convenciera de adoptar para Venezuela un nuevo modelo de socialismo que traería justicia social y derrotaría la pobreza. El sistema político fundamentado en las ideas de Hugo Chávez se malogró en el paso de la teoría a la praxis, y el azar dio la estocada al dejarlo en las manos del incompetente Nicolás Maduro. Hoy el tiempo ha hecho lo suyo, y a la luz de los recientes acontecimientos resaltan dramáticamente los que Chávez denominara “los elementos que pudieran definir el socialismo del siglo XXI”. “El primer rasgo es la moral… debemos recuperar el sentido ético de la vida”, dijo recurriendo a la figura de Cristo y al cristianismo para promover una nueva era de amor y solidaridad entre hermanos; también nombró la democracia participativa –o entelequia del poder popular–, y la conjugación de libertad con igualdad, que planteaban una sociedad sin privilegiados. Todo aquello era el discurso de un caudillo; lo real es la multitud hambrienta que entró el domingo a Colombia a reabastecerse de alimentos. Entretanto, Maduro acaba de otorgar poder a los militares para controlar la producción y distribución de alimentos en el país. Nada más distante del sueño de Bolívar.

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