El proceso de paz está en un limbo peligroso: si no hay definiciones de fondo, pronta y oportunamente, todo se irá al carajo. Y, cuando hablo de un término prudencial, me refiero a tres meses (después de eso no quedará vestigio alguno de la negociación). Se le agota el tiempo a la guerrilla, se le acaba el margen de maniobra al Gobierno, y el pueblo, ofendido cada día que pasa, pierde las esperanzas y transforma su anhelo de reconciliación, en un sentimiento de rechazo exacerbado contra las Farc, por lo que, ajuicio de la mayoría, es una nueva burla.

Llegó el plazo establecido para la firma del mentado acuerdo, el 23 de marzo de los corrientes, y, en vez de resolverse el tema, saldando las dudas y estableciendo certezas, lo que hay hoy es un enredo colosal. Humberto de la Calle, con cara larga y mirada vaga, salió a declarar que: “Subsisten diferencias importantes con las Farc” y que, bajo ninguna circunstancia, se permitirá el uso de las armas por parte de los subversivos, al tiempo que participan en política.

El problema es este: la guerrilla no suelta los fusiles sino hasta que el tema jurídico quede blindado. Timochenko y sus camaradas saben que el plebiscito de Santos no les ofrece garantías reales y proponen firmar el acuerdo, pero sin soltar los fierros y con la opción de hacer proselitismo hasta tanto una constituyente los cobije. El Gobierno, por su parte, rechaza de plano esa posibilidad y condiciona la continuidad de la mesa de diálogo a la protocolización inmediata de la soñada rúbrica, incluyendo, por supuesto, el desarme total de las Farc.

Como pueden ver, queridos lectores, estamos en presencia de un nudo gordiano, difícil (por no decir imposible) de soltar. Los diálogos de La Habana debieron empezar por ahí; por lo sustantivo. Contrario a ello, las partes se dedicaron a filosofar sobre lo divino y lo humano, lo cual puede ser parte de una estrategia perfectamente diseñada por las Farc para dilatar, cosa que les gusta en demasía, y el Gobierno, por lo visto, mordió el anzuelo.

En estos momentos, el Presidente se encuentra secuestrado por su propio proceso de paz; pero ojo; no está “mocho” y puede patear el tablero, para replantear el juego. Si, a finales de junio próximo, no hay un pacto serio, claro y transparente, no tendrá otra opción el primer mandatario que perseguir a los miembros de la guerrilla y exterminarlos, con toda la fuerza y determinación del Estado. Las crisis son oportunidades y hay que aprovecharlas como tales.

La ñapa I: Muy buena elección la de Margarita Cabello como presidenta de la Corte Suprema, pues se trata de una mujer caribe, preparada y honesta.

La ñapa II: ¿Quién estará sembrando las miles de hectáreas de coca que envenenan nuestros campos? No creo que sean los duendes del bosque encantado.

La ñapa III: El oportunismo de las Farc no tiene límites: se jactaron de la reunión con Kerry, como si el secretario de Estado los hubiese buscado, y olvidaron que ese encuentro, lo organizó el Gobierno colombiano.