Hace muchos años, cuando el capitán del avión anunciaba a los pasajeros que nos estábamos aproximando a la ciudad de Barranquilla, era muy difícil reconocer desde allá arriba los edificios, techos y calles de La Arenosa y de su actual área metropolitana, por la abundancia de árboles frondosos de sur a norte y de este a oeste; pero el escenario ha cambiado por el crecimiento de la ciudad y la masiva construcción de altos edificios comerciales y residenciales; sobre todo en el norte. Así, por ejemplo, se dice que tenemos dos Manhattan: uno en Alto Prado y el otro de Buenavista, con calles circundantes que presagian baja movilidad de vehículos en el futuro. Más aún, en el propio norte de Barranquilla existen también dos áreas que están en riesgo de verse atiborradas de azoteas y ventanales, perdiendo su verdor característico: el área de la Brigada, en el barrio Paraíso, y la urbanización Villa Santos, con sus alrededores. Todo esto en detrimento del índice de metros cuadrados de zona verde por habitante, que se recomiendan internacionalmente.

En el caso de las nuevas construcciones de edificios entre calles 79 y 84, al noreste de la ciudad, los constructores han aplicado la modalidad de reedificación, consistente en la demolición de inmuebles (casas de uno o dos pisos, en su mayoría) para construir edificios de mayor altura; pero dichas construcciones no han sido acompañadas de obras paralelas, como calles más amplias, espacios peatonales más seguros, compensaciones por pérdida de biodiversidad y mejores redes de servicio; todo esto parece que quedó faltando. Además de que los amplios antejardines de antaño pasaron a convertirse en zonas de estacionamiento de carros de visitantes o repartidores, con pequeñas jardineras y palmas.

Las áreas urbanas en todo el mundo (y Barranquilla no es una excepción) están enfrentadas a ciertas condiciones derivadas de sus características económicas, sociales y ambientales que generan impactos en la salud y bienestar humanos, el consumo de energía, la vegetación, la biodiversidad y la movilidad de sus habitantes, cuya solución ya está prescrita: el ambiente natural debe estar en el centro del diseño y de la gestión urbana; una condición que, no tengo duda, está en la consideración de nuestras autoridades ambientales del Distrito y del Departamento pero que, por el peso de la economía y el auge de la construcción, dan la apariencia de que dichas autoridades no son oportunas en sus recomendaciones para el uso del suelo, la movilidad y la calidad ambiental en Barranquilla y su área metropolitana. Las urbanizaciones, al cambiar el uso local del suelo y su cobertura, son impulsoras directas o indirectas del cambio de los servicios del ecosistema: reemplazando la superficie arborizada o vegetal con construcciones se modifica el intercambio de energía, reduciendo la transpiración y aumentando la masa caliente de estas áreas. La mayor proporción de superficie construida impermeable, en vez de superficie permeable, también contribuye a alterar el régimen hidrológico en áreas urbanas, aumentando el caudal y el volumen de las corrientes de agua superficiales, lo cual ya es parte de nuestra historia antigua. ¿Todavía podemos corregir algo?

Afortunadamente, por el lado del Distrito contamos con una alcaldesa progresista y ya tenemos obras como la canalización de los arroyos de las calles 79 y 84, que merecen el reconocimiento ciudadano. También se han recuperado más de 200 parques en los barrios, lo que a su vez aumenta en algo el índice de zonas verdes, pero las transformaciones por reedificaciones y nuevas urbanizaciones comerciales y residenciales exigen más. La ciudad y el área metropolitana, dentro de este proceso de transformación en que vivimos, requieren de estatutos que vigilen el manejo y gestión de las especies vegetales, que orienten el cumplimiento de normas vigentes y que no permitan la plaga de ‘la pajarita’ en nuestros árboles. Nos hemos enterado de que está en etapa de aprobación un nuevo ‘Manual de silvicultura para el área urbana de Barranquilla’, elaborado por especialistas del Damab. ¡Ojalá salga pronto! Ya en Bogotá, Medellín y Cali están funcionando estos manuales o estatutos desde el 2011.