Técnica y gramaticalmente el Diccionario de la Real Academia de la Lengua –RAL– (una sigla más) lo define así, Sigla: Letras iniciales que se emplean como abreviaturas. Son en sí, una costumbre, muy antigua y universal. En el mundo moderno han tomado un auge impresionante no solo por la falta de espacio en los medios de comunicación sino por su significado intrínseco, la velocidad, la abreviación, lo rápido para definir conceptos o nominaciones. Y hasta por cuestiones de estilo, porque se presume que hablar técnicamente de muchas abreviaturas referirlas con donaire puede ser síntoma de alta intelectualidad. ¿Qué nos puede decir al respecto nuestro estimado amigo Jesús Ferro?
La verdad es que el tema para muchos se nos volvió incómodo porque es tan popular hoy día, tan de exagerado uso, tan mayoritario en cualquier opinión o citación descriptiva o crónica común, que ya tenemos que acudir a la imaginación o desglosar el asunto con la primera y la última sílaba jugando un poco a la adivinación. Parece exageración pero en ocasiones agarrar un periódico y leer una noticia se nos puede asemejar a una especie de jeroglífico.
Siglas se usan hoy día para todo, para señalar, para abreviar, obviamente; para reducir, para acortar distancias, para tecnificar sus contenidos, para popularizar un nombre o una marca. El idioma, sobre todo el español, se presta para muchas de estas riquezas, lo que sucede es que francamente hay que hacer un curso, un diplomado, para poder entender esta hemorragia de siglas que se nos han venido encima sin posibilidad de salir corriendo. Podríamos citar fácilmente cien o doscientas, pero tomadas al azar cualquier día de este mismo periódico podemos encontrar algunas: VIP, VIS, SIC, CAI, DPS, EDMSP, OPS, UNP, MAPP, CRA, Acodal, TAM, PNUMA, CNE, Creg, URT, CGR, APE, ANH, Idec, Esus, UPJ, ITA, PESV, Pomca, Ramsar y decenas más que lógica y justificadamente no hacen otra cosa que enredar y confundir a los lectores u oyentes.
Hay siglas con las cuales nos familiarizamos de tanto escucharlas o leerlas, como por ejemplo la CRA ,que se menciona tanto por sus malos manejos de las cuencas hidrológicas y vigilancia en sectores acuáticos del AMB (¿viste, lector?) como el caso del Lago del Cisne, por ejemplo. O como la ANHi de Hidrocarburos con el lío de la baja del precio del petróleo o la Creg, odiada por media Costa Caribe por insistir en subirnos los precios de la energía. Pero francamente hay cientos de otras siglas que nos dejan viendo un avispero porque no nos dicen nada y por lo tanto hay que revisar el contexto de todas las noticias, si se puede, para encontrarle un significado.
Pero es lo que se usa hoy día, es la moda, es el estilo. Como todo el mundo presume de algo, es otra moda, pues esta es una manera elegante de hacerlo. Como arrastramos el complejo de que tenemos que ser los más modernos, los más técnicos, los más actualizados, los más superdotados, los más sabios y entendidos, entonces hay que ‘cañar’.
Hace pocas semanas escuchábamos la conferencia de un joven y brillante ejecutivo del interior, tan enredada en siglas que los adultos allí presentes nos mirábamos las caras y nos preguntábamos en el Olimpo del escepticismo: ¿es que estamos en otro planeta o es que somos unos imbéciles?