Una de las riquezas naturales del Caribe Colombiano es su bosque seco tropical (BST). Este ecosistema se encuentra en peligro de extinción a pesar de los esfuerzos de la última década por conservar los pocos parches o reductos que quedan, algunos de ellos localizados en fincas ganaderas. Su riqueza en biodiversidad apenas comienza a apreciarse y valorarse, luego de un largo pasado en que su apariencia de resequedad casi permanente influyó en que por más de un siglo se ignorara la importancia de su fauna y flora.
Dos datos del Instituto Humboldt son suficientes para destacar la importancia local y global de los parches remanentes: el BST del Caribe colombiano alberga la más alta variedad de árboles de ceibas, incluyendo la monumental especie macondo, nombre que hoy se menciona para honrar la memoria literaria de nuestro Nobel, pero que todavía no hace eco entre nosotros como ejemplar representativo de la riqueza natural de la flora en la región Caribe.
El otro dato de importancia global es que lo que aún queda del BST sirve de estación y refugio a la mayor población de aves migratorias (60 especies) que viajan anualmente del norte al sur de América. Todo esto sin contar conque este bosque es un escenario de alta polinización, una función ecológica de las más amenazadas mundialmente.
En la región del Caribe los lugares de BST presentan una apariencia de extrema resequedad y aridez porque la evapotranspiración supera ampliamente la poca precipitación. Esto hace que la vegetación pierda casi todo su follaje y los troncos y ramas presenten aguijones y espinas durante su proceso de adaptación a la escasez de agua.
Si bien se registran experiencias exitosas de conservación en el Parque Tayrona, en el santuario Los Flamencos (Guajira), existen otras experiencias, como las de los bosques secos ubicados en los límites entre los departamentos de Atlántico y Bolívar, en que los esfuerzos de conservación de fauna y flora se enfrentan a nuevas amenazas asociadas, no con la pobreza endémica de su población, sino con potenciales cambios del uso del suelo, en favor de megaproyectos de minería, infraestructura de transporte, y la ampliación de la frontera ganadera.
Resultados recientes del Grupo de Investigación en Biodiversidad de Uninorte revelan que la mayoría de los reductos de BST en los límites entre Bolívar y Atlántico son de propiedad privada, con actividades agropecuarias de baja productividad.
Un segundo hallazgo es que las comunidades pobres que habitan en las vecindades de estos bosques identifican diversos beneficios colectivos del bosque seco, y manifiestan estar dispuestas a contribuir económicamente con su conservación mediante esquemas de acción colectiva que si bien no cuestionan la propiedad privada, sí declinan el pago por servicios ambientales a los propietarios aunque optan por estrategias de conservación y desarrollo comunitario.
*Profesor del IEEC, Uninorte.
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