Desde el Medioevo, cuando cientos de miles de personas fueron sometidas a las más inhumanas torturas y a la hoguera por la Santa Inquisición en loca cacería de brujas, el mundo ha sufrido injusticias de todo tipo. Esa, la tortura de los tribunales que en nombre de Dios infringían vejámenes, sufren ahora casi dos mil estudiantes de la Universidad San Martín. Agrego y anoto: los estudiantes y sus padres que son los que han pagado semestres de entre 3 y 8 millones de pesos.
¿Y qué tienen que ver las víctimas de la San Martín con los inocentes torturados hace siglos por los jueces de la Santa Madre Iglesia? Nada en apariencia, pero si se mide el sufrimiento es probable que equivalga a las torturas sufridas y es, para muchos, como la muerte en vida a partir de sueños frustrados, préstamos impagables y obligaciones contraídas para lograr un futuro mejor.
Hoy, día de esta fiesta importada que hace alegoría al aquelarre, los muchachos que tanta pestaña quemaron para lograr un título sienten que la tortura que produce la incertidumbre equivale a ser quemado vivo en la hoguera o al desgarramiento y descuartizamiento con cuatro caballos, como recuerdan en estremecedor relato los investigadores de ese lado de la historia de la religión.
¿Pero cómo se pudo demorar tanto el Gobierno en tomar cartas en el asunto? Aclaro: el Gobierno no ha tomado todas las cartas, y su postura es endeble. Postura que no va con la figura de recio carácter que tiene la ministra de Educación, quien ya se reunió con los estudiantes de Barranquilla, pero aún, como pasa en este país ‘sastre’, se demora en tomar las medidas.
Hay mil cosas en este rollo de la San Martín. Una de ella es la paradoja de su pretencioso lema: “Por la sabiduría y el trabajo vamos hacia la luz”. ¿La luz? La luz la cortaron por falta de pago en varias sedes, pero eso es poco al lado del limbo que sufren cientos de familias por un futuro académico incierto. Es también poco si se compara con los cerca de cuatro mil empleados a los que no les pagan los salarios.
¿Quién responde? Los fundadores, administradores y rectores. Y sigue otro interrogante: ¿y sí responden? La respuesta no necesita mayor cacumen: nada ha pasado. Y la sensación que tienen padres, estudiantes y opinión pública molesta y solidaria es que poco o nada va a pasar. Es probable que alguien vaya preso, con detención domiciliaria por un repentino soplo al corazón, pero es casi seguro, y Dios, invoco tu nombre para pedir que me equivoque, que no habrá devolución de dineros y la homologación con otras universidades los va a dejar muy por debajo del nivel en el que estaban.
En número, la Universidad San Martín tiene deudas por más de $70 mil millones y enfrenta más de 600 procesos por incumplimientos civiles y laborales. ¿Quién le pone el cascabel a Alvear? No pueden ser los indefensos estudiantes enfrentados al Esmad que solo cumple órdenes. Además de estafa, ahora los estudiantes reciben gases lacrimógenos y golpes, eso sí, no más fuertes que los de la San Martín.
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