Cuando el país entrega estadísticas sobre tráfico y consumo de drogas, las primeras recomendaciones que se escuchan de voces autorizadas es que la raíz del problema radica en las grandes brechas sociales, en esos cordones de miseria, la falta de educación, atención del Estado ausente en la difusión de programas culturales que atraigan a la juventud y la ausencia de unas políticas auténticas de fomento del deporte en todas sus modalidades.

Todo lo anterior es cierto o por lo menos parcialmente. Tanto en el consumo de estupefacientes no obstante, como en su tráfico minúsculo, aparentemente no avanzamos en la disminución, en cambio, si vamos progresando en la eliminación lenta pero segura de la miseria, en mejor cobertura educativa, en acortar las distancias hacia una autentica cultura y en el avance en el fomento de los deportes donde es plausible, visible, las inversiones del sector público, el fortalecimiento de las entidades encargadas como Coldeportes que se convirtió legítimamente en un Ministerio con fondos suficientes, en fin, en que la atención del Estado hoy es más fuerte, mucho más estimulante vigilante y esencialmente competitiva. Ya las metas no son “lo principal es participar, no tanto ganar”.

Si es así porque se ven resultados, ¿por qué no disminuye el consumo de estupefacientes, su tráfico, la vagancia, la violencia, los crímenes, el desorden social, el vandalismo alucinante? Somos acaso un pueblo que vivirá eternamente en las orillas de esa angustia que producen los abismos donde el alma como en los cuentos de Rulfo no encuentra jamás sosiego porque la amordaza el atavismo de su incultura. Nunca como antes Colombia hoy día había llegado a tan altos podios de triunfo en casi todos los deportes. Desde los gloriosos espectáculos que nos ha brindado la selección de Fútbol, pasando por el levantamiento de pesas y las arrolladoras competencias de Katherine, Mariana, la Chechi Baena, hasta esos pedaleos furiosos y hambrientos de gloria en las agrestes montañas italianas que consagraron a Nairo, Rigoberto y Julián. En el tenis, en el golf, en el fútbol donde estamos reescribiendo la historia, en el automovilismo donde a cada momento nos montamos en el podio grande champaña en mano, en las modalidades amplias del atletismo en diversas distancias, en natación donde ya se nos clasifica entre los grandes tanto en saltos como en todas las modalidades, en tiros al blanco, en fin en todos los deportes ya somos grandes y en toda competencia mundial respetados.

Todo lo anterior se lo debemos a la ganas de triunfar, al orgullo patrio, a la buena voluntad, a la intención política del respaldo presupuestal, a instalaciones que dejan atrás los fantasmas del abandono mezclado con el olor nauseabundo de las alcantarillas y de las ratas comiéndose los escenarios deportivos. Ya se nos tiene como grandes en cuanta competencia existe y en todos los deportes. Todo esto debe servir de estímulo a la juventud, a acrecentar su afán de imitar, de participar y por lo tanto involucrarse. Entonces, vuelve la pregunta vergonzosa: Por que entonces en vez de disminuir los delitos y las drogas estas aumentan según las estadísticas ?