Hago mías las palabras de mi candidata a la Presidencia Clara López, voy a votar por Santos porque sería inicuo romper el único proceso de paz que ha llegado tan lejos en los acuerdos de buena voluntad entre el Gobierno y la insurgencia, nunca derrotada en el campo de batalla.
Estoy convencida, hasta el tuétano, de que en La Habana se sientan dos equipos, muy sólidos, a negociar y que trabajan como hormigas, con denuedo, realizando más una labor técnica y de oficina sobre los programas que habrán de aliviar la desigualdad, que discutiendo sobre el Estado, las FF.AA. y la sarta de infundios difundidos por la derecha para crear pánico y hacernos creer que los que me di en llamar ‘los cinco de La Habana’ o comisión del gobierno, son un combo de idiotas útiles, plastilina en manos de las Farc. Aprovecho para pedirles excusas por la vergüenza ajena que me hacen sentir esos mensajeros del oscurantismo.
De otra parte, y para poder reelegir a Juan Manuel Santos para que esté garantizado el fin del conflicto armado (recuerden que el ELN mandó señales), me di al arduo trabajo de reventar el espejo retrovisor con la insurgencia y este gobierno solo durante los días faltantes para decidir el futuro de nosotros como Nación: firmamos una paz, seguro que deficiente y dura, o continuamos el viejo y sangriento camino de acabar a plomo a la guerrilla, donde caen como moscas los civiles y las mujeres somos objeto de todo tipo de violencias.
Lo digo porque Z, después de un pa’ lante y pa’ tras memorable, usó una frase con la que su mentor, Uribe, nos ocultaba los horrores internos y engañaba al mundo: “aquí no hay guerra interna, aquí hay terrorismo”. ¡Plop!
Y del piso no he podido levantar mi alma, porque con esa frase me hizo revivir la pena horrenda que aún cargamos los familiares, amigos y seguidores de Alfredo Correa De Andreis, un sociólogo, creyente profundo en los derechos humanos, que fue asesinado por ser “terrorista”, según el bienamado director del DAS Caballero. Un hombre honesto, solidario y alegre que jamás tuvo en su mente el monte como solución, pero el uribestiario de la época lo graduó de comandante de las Farc y hasta fotos divulgó.
Desde luego para todos nosotros, quienes estuvimos cerca e hicimos hasta lo imposible para que Uribe recibiera una súplica por su vida —que le llegó al escritorio pero fue ignorada olímpicamente—, resulta imposible leer siquiera el programa del Zeta; supongan ustedes, lo que nos parecerá darle un solo voto: una monstruosidad. Y como nosotros, tienen que haber millones en el campo y las ciudades que todavía lloran la ausencia de inocentes víctimas de ese vocablo mal usado, en boca de un energúmeno que hizo de la guerra un asunto de venganza personal.
Lo único que me importa es que gane Santos y firmemos el alto definitivo al conflicto armado para poder construir la paz durante el postconflicto, que no será cosa fácil, y nos pondrá a prueba a todos y cada uno de los colombianos, tanto de la guerrilla como en la sociedad civil. Y no habrá chance de hacerse el pendejo ni pasar agachado:
Es la realidad más soñada de todos, la paz.
losalcas@hotmail.com