Conservo una foto de una manifestación de hace varios años donde hay una enorme pancarta que invita a derrocar al bipartidismo. Los jóvenes de mi generación llegamos a creer que si los partidos tradicionales dejaban de controlar los puestos y los presupuestos públicos tendríamos una nueva democracia multicolor.

Después de la Constitución del 91, el bipartidismo ya no monopoliza la vida política. Tampoco, sin embargo, los nuevos partidos han logrado motivar al grueso de los electores.

La Registraduría dice que el censo electoral 2014 supera los 32 millones de cedulados, y si tomamos el boletín que da cuenta del 98,4% de los resultados -nunca se conoce el 100% el mismo día- observamos que el total de votantes al Senado fue de 11.672.251. Incluye los 10.925.592 que votaron por los 9 partidos que presentaron listas a esa corporación y los 746.659 que votaron en blanco.

Es decir, que 21 millones de colombianos les dieron la espalda a las urnas. Les importa un pito las elecciones. La casi totalidad de estos colombianos que se abstienen piensan que los políticos son tramposos y ladrones. Y si la mayoría de los ciudadanos tiene una pésima opinión de los políticos no puede haber una democracia legítima. Respetada y acatada.

Es fundamental hacerle una operación de corazón abierto al sistema electoral. Hay que empezar por una depuración de los partidos políticos, en cuyas filas no se deben permitir más alianzas con grupos criminales, ni prácticas como la compra del voto. La crisis de los partidos en Colombia está ligada en buena medida a eso. En particular, el comercio del voto se convirtió en una desgracia nacional. Su gran nido es la pobreza que habita en grandes franjas de la ciudadanía. Sin embargo, en medio de la corrupción electoral, se ven, parafraseando a Rubén Blades, las caras de esperanza de la gente que vota a conciencia y escogió en estas elecciones buenas opciones. Afortunadamente hay una franja de opinión que toma decisiones electorales racionales porque siempre conserva su glucemia normal pese a los ríos de mermelada gubernamental.

Un exsenador liberal atlanticense llegó a decir una vez que la compra de votos la habían inventado los conservadores para enfrentar las mayorías del partido Liberal. ¿En qué partidos están los mayores compradores de votos?, ¿cuándo empezamos a hacer la lista con nombres y apellidos?

La MOE hace una magnífica tarea de veeduría, pero no denuncia con nombres propios a los políticos que amarran a sus electores con plata. Aunque quisiera hacerlo, no es ese su rol. Son los partidos los que deben principiar a depurar sus filas y es obligación del Estado exigirles que lo hagan.

Pero la gran revolución democrática que necesita Colombia sucederá el día que surja un electorado mayoritario - nutrido de ese inmenso ejército de abstencionistas - que exija y elija una clase política honrada y transparente.

Nuestra democracia sólo tendrá futuro si acabamos con la prostitución electoral. ¿Hay alguna diferencia entre la meretriz que se acuesta por plata y el elector que negocia su dignidad por 50 mil pesos? ¡Ninguna!

@HoracioBrieva