En las encuestas el puntaje del voto en blanco es manifestación de descontento y lo que más refleja es indignación. Que Colombia comience a indignarse es buen síntoma. Hay un mayor nivel de conciencia en una nación acostumbrada a la corrupción de sectores políticos, económicos y militares. Incipiente la indignación, pero así comienza la transformación de las sociedades. Aunque el voto en blanco capta parte de la indignación, quienes lo lideran están actuando con romanticismo aunque el análisis de las normas demuestra que se lograría el efecto contrario.
La ley electoral lo contempla y la Registraduría debe contabilizarlo. Efecto deslumbrante a primera vista, pero frustrante en la práctica. Favorece a los de siempre y no a la franja de opinión, angosta todavía en el país. En la contienda por los cuerpos legislativos, solo quienes tengan maquinarias aceitadas, habiendo superado el umbral por el clientelismo que se quiere combatir, podrían recomponer sus listas y volverse a presentar. Los partidos minoritarios, que son los de las propuestas renovadoras, al no pasar el umbral se quedarían por cuenta del voto blanco. Si todos pudiesen ser “blanqueados” la herramienta sería útil, pero frente al sistema como fue concebido no le hace un rasguño. Inútil, no solo por lo anterior, sino porque “sí hay con quién”, como escribió Cristina de Latorre en El Espectador el 24 de febrero: http://bit.ly/1jxs6Ma
Para Senado, entre el montón que nos indigna hay candidatos limpios de diferentes regiones, esquivos al clientelismo. Jugarán a favor de la paz y en contra de la ultraderecha que pretende mantener el negocio de la guerra. Para senadores, se puede votar en rojo, amarillo, azul, verde, por candidatos que tienen como prioridad la equidad y el bien común, en vez de sus bolsillos.
Para Cámara en el Atlántico también hay con quién. Principalmente mujeres, que fueron invitadas ayer por EL HERALDO a un conversatorio en el cual, como concluyó Marco Schwartz, todas convergen y pueden elaborar un programa: 50 % de cuota participativa en política, ausencia femenina en las negociaciones de paz, dignificación del trabajo dentro y fuera del hogar, y ofrecen que la política será para el servicio, no para el negocio. Faltó la candidata liberal, quizás otras, pero ausentes o presentes, todas merecen votos porque, como dijo el director de EL HERALDO, caracteriza a los países desarrollados el tener más mujeres con mayor poder político.
El voto indignado, pero a color es, además de protesta, una solución. La consulta de la Alianza Verde es otro espacio para la indignación: tres candidatos, uno cercano a Uribe (Peñalosa) y dos con propuestas innovadoras para el sistema electoral (Sudarsky) y para reformar el Congreso (Camilo Romero). Usted, yo, todos, podemos votar la consulta y hay tres tonos en esa alianza para jugar con el color. En mi caso, votaré por la innovación en la consulta. Para la Cámara en el Atlántico mi voto será rojo, y para el Senado estoy entre amarillo y verde para decidir.
Para las presidenciales hay que analizar los resultados del 9 de marzo, pero allí también el voto indignado tiene colores para escoger sobre la base de la consolidación de la paz. Será un voto a favor o en contra de ello, pero la indignación colectiva reflejará un mayor grado de madurez si en vez de ser blanco es voto a color.
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