No sé lo que dice Fernando Savater en Tauroética, su último libro, pero acabo de leer unas respuestas suyas en El Tiempo que suscitan reflexiones inmediatas.
Savater sostiene que la moral obliga entre humanos. Con los animales tenemos apenas consideraciones y, como seres vivos superiores podemos ser desconsiderados con los demás. Eso explica que tengamos animales para matarlos y comerlos o, como en el caso de los toros, jugar con ellos y matarlos.
El filósofo aclara que no defiende la fiesta brava y le parece bien que haya personas que no gustan de los toros. A mí me gustan los toros y los animales en general, pero los prefiero vivos. Cuando miro atrás, me molesta la cacería desatada que extinguió los animales en nuestra región.
“La relación de los seres humanos –dice Savater– ha variado muchísimo. Que los animales ya no aparecen en nuestras vidas, salvo en forma de filete o de pechuga”. Es cierto. Han desaparecido no solo de nuestra vista sino de la realidad. Cada vez hay menos biodiversidad pero cada vez hay más animales específicos para ser comidos por los humanos. Los tienen guardados, la mayoría no ve la luz del día. Son tratados como cosas, no como seres vivos.
Tal vez hay algo más que una visión antropológica en Savater. Soberbia quizás. ¿Egolatría? Admite no tener perro ni otro animal doméstico. Nos imaginamos cómo lo trataría. A lo mejor, con gran consideración, porque ese sería ‘su’ perro.
Añade el escritor, con cierto cinismo, que envidia la dolce vita del toro de lidia, que sufre en la corrida los únicos 15 minutos malos de su vida. “¡Yo firmo ya si me dicen que solo voy a vivir quince minutos malos!”, bromea. Ya quisiera verlo por un momento, de toro o de torero.
Y no es afortunado al comparar las corridas con el boxeo. Eso, si acaso, podría hacerse en cuanto a peleas arregladas, en las que se tiene pre-escogido un ganador o cuando se disminuye la potencia del rival bajándolo de peso o se le mete un fierro demoledor al pugilista en un guante. En la plaza de toros, todo está arreglado de antemano. El torero, preparado para vencer y el toro disminuido para morir, desde que ocupa los toriles hasta que sale a la arena, a enfrentar lanzas y banderillas. Mirada así no creo que una corrida simbolice al hombre que, como opina Savater, “prácticamente sin instrumentos, solo con su inteligencia y habilidad, puede vencer a un animal de gran peso y fuerza”. Además, el torero no está solo. Una patrulla entera de hombres lo asiste.
La periodista María Paulina Ortiz pregunta por la validez de la corrida si no se mata al toro y Savater responde que lo que da seriedad a las corridas es la muerte. “Sin la lucha real de que pueda morir el torero o el toro, no tiene ningún sentido. Sería un espectáculo circense, no una corrida”. ¡Ya es un espectáculo circense, con todas las ventajas para el torero! Que gane el toro una corrida, él lo sabe, resulta algo excepcional. Y trágico, por supuesto.
Pero la última perla de Fernando Savater, para ganar el debate, es que el toro no sufre porque el sufrimiento es racional. “Algunos neurobiólogos niegan, incluso, que la palabra dolor pueda aplicarse a los animales en el mismo sentido que al humano. El sufrimiento es dolor pasado por humanidad”. Suena contundente, pero siento que le convendría tener un perrito a Savater. O ir, así sea 15 minutos, a una matanza de cerdos, para que viva cómo sienten, se comunican y sufren los animales.
Por Heriberto Fiorillo