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Vestida de blanco y con el cansancio característico en los ojos de una persona que ha llorado por mucho tiempo, Ingrid Betancourt subió al estrado para enfrentar, 13 años después, a quienes ella misma llamó 'sus verdugos'.

No hizo falta más que ver sus lágrimas y escuchar su voz entrecortada para entender por qué la excandidata a la presidencia mencionó que 'con la dificultad de mirarnos los unos a los otros a la cara, con el dolor de oírlos, y con el pudor de nuestras emociones', habían estado allí, reunidos en un mismo recinto, víctimas y victimarios 'con la decisión compartida' de contribuir a romper el círculo vicioso de la violencia en Colombia.