Compartir:

El escritor y poeta argentino Jorge Luis Borges nos deleita con un excelente poema que encaja precisa y justamente con la conmemoración y celebración en estos días del Amor y la Amistad como expresión elevada y sublime de los seres humanos. Magistralmente, Borges compara en sentido figurado a los amigos, nuestras amistades, con las hojas de un árbol, nuestro árbol: “El árbol de los amigos”, yo lo llamaría el árbol de la amistad–. El autor nos describe el paso de distintas personas por el comienzo de nuestras vidas y su recorrido por nuestros caminos. Cada hoja del árbol es caracterizada como amiga (o) nuestro. Las primeras hojas que aparecen son las de nuestros padres, después nuestros hermanos y el resto de la familia. Más adelante nos dice que el destino nos trae otras hojas; hijos y los amigos del alma, del corazón, que saben cuándo no estamos bien y cuándo somos felices.

Relata el escritor el momento en que el árbol empieza a perder sus hojas, pero que aún no estando en el tallo con nosotros, somos felices porque continúan en nuestros corazones alimentando nuestra raíz con alegría, por sus maravillosos recuerdos de cuando se cruzaron en nuestros caminos.

Parafraseando al poeta, deseo a todas las hojas de mi árbol paz, amor, salud, suerte y prosperidad.

Transcribo literalmente el final del mirífico escrito:

Cada persona en nuestras vidas es única.

Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros.

Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá quien no nos deje nada.

Esa es la mayor responsabilidad de nuestra vida y la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.

Basado en tan bello poema, compuse para todas mis amistades y lectores el siguiente acróstico:

Armoniosa muestra del querer fraternal

Morada venturosa para toda la humanidad

Omnipotente don con sensibilidad sin igual

Reluciente rayo propiciador de hermandad
y

Armoniosa muestra de un querer fraternal

Manantial inagotable del afecto y la placidez

Idilio imprescindible con un aura angelical

Semejanza que predomina desde la niñez

Tesoro que engalana a todos los humanos

Afianzada espiritualmente hasta la vejez

Decididamente permite vivir como hermanos.

Pedro Orellano Mendoza