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La canción del maestro José María Peñaloza Me voy pa’ Cataca (nombre familiar de Aracataca) fue grabada por la Sonora Matancera, con la voz del rebolero mundialista, Nelson Pinedo, bajo el nombre de Me voy pa’ La Habana, en 1953, poco tiempo después de llegar el Comandante del Ritmo a Cuba en busca de popularidad y reconocimiento musical. Todo un acierto la adaptación de la canción a la ciudad que lo recibía. Nelson fue, al lado de la cartagenera Gladys Julio, uno de los dos colombianos que grabaron con la Sonora, la orquesta más emblemática de la música caribe. El gran músico plateño José María Peñaloza, autor también de la melodía del himno del Carnaval de Barranquilla, Te olvidé, falleció en Barranquilla en 2006, dejándonos un legado musical invaluable, al que no hemos dado la importancia que se merece. Cuando recibió en Cartagena del periodista español Mariano de San Ildefonso la letra del poema Te olvidé, notó que convertirlo en chandé, con entrada de tambores y un formidable solo de trompeta, era suficiente para adaptarlo a las danzas del carnaval.

El maestro Peñaloza fue un hombre contestatario, implacable en sus críticas a la “música yogur” (con fecha de vencimiento) y defensor a ultranza de las melodías y letras bien elaboradas, a las que señalaba como un plato exquisito imposible de despreciar. Como profesor de música fue riguroso, exigente y siempre considerado como ‘cuchilla’ por sus alumnos.

Una vez subió al poder Fidel Castro en 1959, Me voy pa’ La Habana comenzó a ser conocida por algunos como El amor de Carmela, porque las noticias del castrismo era para ellos tan negativas, que consideraban un pecado y una ofensa el solo hecho de nombrar a Cuba en las conversaciones cotidianas. Recuerdo que en un homenaje en La Aduana al maestro Peñaloza, a pesar de conocer su temperamento y sus respuestas desconcertantes, le pregunté quién era Carmela y su respuesta-pregunta, fue igual a todas las suyas: ¿Te importa la belleza del arreglo y las trompetas o saber quién era la vieja?

Samuel Muñoz Muñoz
samuz@hotmail.es

La paz: Espejismo

Por lo mismo que las armas utilizadas en los delitos no son responsables de ellos, es de buen augurio abstenerse por completo de atribuirle al ‘centralismo’ las conductas y acciones deliberadas de antisociales agazapados de carne y hueso, que con base en enorme desequilibrio de representación territorial en el aparato estatal nacional a favor del interior de la ciudad de Bogotá como epicentro, ejercen soterradamente en la vida real de la entera Colombia con superior eficacia las antiguas prerrogativas coloniales españolas de explotadora subyugación.

Al amparo de que en la vida real hacen de la institucionalidad política nacional un perfeccionista disfraz suyo de democracia definido por teoría. Pervirtiendo y contaminando la vida de toda Colombia a partir del modelo matriz de corrupción (¡que salta a la vista!), constituido por el modo de vida colectivo bogotano con su descomunal influencia, según el cual los poderes políticos confieren de por sí legítimas prerrogativas de lucrarse mediante ellos quien manipulables los tenga. Con cuya efectividad sistemática y rutinaria a lo largo de más de un siglo la sola ciudad de Bogotá ha llegado a adueñarse incontrolablemente, y cada vez más, de la vitalidad lucrativa económica de Colombia con vestimenta de legalidad. ¡Y así se pretende paz que no sea espejismo, no obstante estar padeciendo la resultante avalancha de descomposición nacional y social! ¡Qué barbaridad!, por decir lo menos.

Eduardo Urueta Alzamora