El Heraldo
Opinión

El paso de los años... ¡Bendita vejez!

Ya hasta he olvidado cuántos años hace que la ‘Chiva’ Cortés, famoso personaje bogotano, agobiado físicamente, exclamó en una entrevista, después de un doloroso secuestro: “¡La puta vejez!”

Y casi le doy la razón cuando me acerco, a pasos agigantados, a la vida contemplativa; cuando nos enternecemos a montones; cuando los ojos se aguan con más frecuencia; cuando acudimos a Telecaribe para ver la Batalla de Flores que tanto nos “patoniamos” por Olaya Herrera y por la 44; cuando los amigos se van con demasiada frecuencia, algunos sin despedirse; cuando es mejor ver a Junior por TV que someterse a la tortura china de ir al Metro; cuando los clientes ya no te llaman para cotizar algo porque piensan que ya tú no trabajas; cuando poco vas a l pueblo porque allá eres un perfecto desconocido; cuando ya no es transcendente que le falte un botón a la camisa; o cuando escuchas emocionado los acordes de un porro sabanero y solo puedes mover los hombros porque las piernas ya no te dan, Pero por fin, absorto en estos realistas pensamientos, alguien muy elegante me toca el hombro para decirme, en la interminable fila de un banco: Señor, su lugar es allá: atención inmediata, adulto mayor; o cuando mis ojos todavía pueden leer el periódico y dar testimonio de la belleza de la mujer caribeña; o cuando los solícitos nietos me ayudan a guardar las maletas en el baúl del carro; o cuando, aunque no lo hacen con la frecuencia deseada, recibo el abrazo sincero de mis hijos, al momento que exclaman: “Te quiero papá”.

Yo también quiero gritar: ¡Bendita vejez!. 

Hernando Cervantes Acosta

Proceso de paz: De resistencia y otros demonios

Si Henry David Thoureau resucitara y se enterara de que sus nobles y pioneros propósitos de resistencia civil motivados por grandes causas humanas, como la abolición de la esclavitud y la igualdad de la raza negra en su país, quieren utilizarse en Colombia por simples especulaciones, para torpedear un proceso de paz y reconciliación, de seguro que moriría nuevamente en el acto. El famoso ensayo Del deber de la desobediencia civil, escrito por Thoureau y que sirvió de inspiración a Mahatma Ghandi, para su histórica resistencia a los ingleses, nos enseña la verticalidad y nobleza, pero sobre todo el desinterés particular o partidista que se debe mostrar y demostrar a favor de los desprotegidos y más vulnerables. No es un asunto político, es un asunto humano que no debe decirse sino sentirse y el tiempo nos ha señalado indefectiblemente, que ningún político colombiano de los últimos cien años ha estado dispuesto a pasar hambre, estar preso y hasta morir,  como lo hizo Ghandi, por el bienestar de sus conciudadanos.

Resistirse a aceptar un proceso de paz, simplemente por ser opositor de un gobierno que no quiso seguir los lineamientos del anterior, más bien parece un mal chiste, una retórica barata sin connotaciones de fondo y una expresión de desespero y preocupación por la cercanía de un plebiscito que, como es obvio y sensato, dará su aprobación incondicional a los diálogos de La Habana, que deben terminar con la entrega por siempre de las armas por parte de las Farc. En esto debemos tener claro que es mejor un guerrillero acomodado en cualquier cargo público, que atrincherado en la selva, esperando que pase un inocente soldado para matarlo. La resistencia civil es una concepción filosófica del pacifismo como doctrina, que sienta las bases para la protesta sin violencia, lo cual es antagónico a la concepción guerrerista y de tierra arrasada con que sueñan algunos colombianos de tendencias extremas tanto de izquierda como de derecha. La sana convivencia y la paz, como derecho fundamental, requieren del esfuerzo de  todos, principalmente por el bienestar de las nuevas generaciones y el progreso sostenido y decente de nuestra querida patria.

Samuel Muñoz Muñoz
samuz@hotmail.es

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