La última edición de la revista Semana, en su sección de “Confidenciales”, bajo el título “La costeña y el cachaco”, da cuenta de que la exsenadora Cecilia López Montaño, desde las páginas de EL HERALDO, se burla del ministro Germán Vargas Lleras por haber concurrido a un elegante matrimonio llevado a cabo en esa ciudad vistiendo un elegante esmoquin tropical, que como de todos es conocido, se caracteriza por el reemplazo de la chaqueta negra por una de color crema.
Dice la exsenadora –ahora crítica de moda– en faceta que le era desconocida, que las reglas de la etiqueta y el buen gusto de la Puerta de Oro de Colombia imponen, además del esmoquin tradicional, el uso de la denominada guayabera de manga larga y pantalón negro; de ahí que se ría y considere ridículo el uso en esa ciudad de una elegante prenda que solo se debe usar después de las 6 de la tarde, en ciudades tropicales y de clima cálido, y cuyo uso es vedado, por ello, en la fría capital de nuestro país.
Nos parece desacertado y poco elegante el comentario de la señora López: nunca una guayabera tendrá la elegancia y distinción de un esmoquin tropical como el que usó el ministro en Barranquilla, ciudad en la que, contrario a lo que afirma la nueva crítica de la moda, algunos distinguidos ‘ñeros’ aún usan, con mucho orgullo y sin complejos, la referida prenda.
A propósito del tema, vale la pena acotar que el matrimonio que recientemente congregó en Cartagena a parte del jet set internacional, el del hijo de Julio Mario Santo Domingo, se hizo de esmoquin tropical.
El ministro Vargas Lleras estuvo elegante y distinguido y, como lo afirma la revista Semana, nos hizo recordar a algunos astros del séptimo arte. Por eso fue acertada la comparación con Humphrey Bogart en la película Casablanca, o con Roger Moore como el Agente 007.
En resumen, lo de Cecilia López Montaño ha sido una desafortunada incursión en el mundo de la moda. Tal vez debería considerar, como mejor opción, volver al mundo de la política…
Luis Eduardo Botero
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